El actor que se convirtió en una estrella de Hollywood con la saga Rápido y furioso, cumpliría hoy 50 años.
Dicen que Paul Walker dijo: “La vida es demasiado corta. Y la mayor maldición es estar enamorando de alguien”. Si la frase es cierta, impacta por lo profética porque el actor, que este 12 de septiembre cumpliría 50 años, integra la lista de artistas que cumplió la máxima de “vivir rápido, morir joven”.
Walker nació en California pero creció en el Valle de San Fernando en Los Ángeles. Al primero de cinco hermanos (dos hombres, Caleb y Cody, y dos mujeres, Ashlie y Amie), la belleza le vino con sus genes ya que su mamá, Cheryl Crabtree, había sido una linda modelo. Paul Walker II, su padre, trabajaba en la construcción pero fascinaba a sus hijos contándoles sus historias como boxeador profesional, dos veces campeón de los Guantes de Oro.
Si esas anécdotas eran interesantes, mucho más lo eran las de su abuelo, Paul Walker I, que además de boxeador sobrevivió al ataque de Pearl Harbor en 1941 y -lo que más atrapaba a su nieto- fue piloto de pruebas de autos Ford en los 60. Entre historias de guerra, boxeadores y pasarelas, Paul asimilaba narraciones religiosas. Su padre adhería al movimiento mormón y toda la familia asistía a los oficios en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Mantener un hogar con cinco hijos no era sencillo y para contribuir a la economía familiar, Cheryl continuaba realizando trabajos esporádicos como modelo. Paul le pedía acompañarla y ella accedía. Su simpática desenvoltura sumada a su belleza consiguieron que pronto obtuviera más trabajos que su mamá. Alternaba tareas escolares con grabación de publicidades. “Mis padres nunca pensaron en mi actuación en términos de una carrera. Lo veían como una forma de ayudar a los gastos de la casa”, admitiría.
Se sabe -o se intuye- que la mitad de los jóvenes de Los Ángeles desean entrar al mundo de la actuación y la otra mitad sueña dedicar su tiempo a la otra gran pasión de la zona: el surf. Walker pertenecía a este grupo. “Siempre que voy a hacer surf miro alrededor y pienso: ‘¿Quién puede creer que no existe Dios? ¿Es todo esto un error?’. Simplemente, me resulta asombroso”, sostenía. Al terminar el secundario, y aunque contaba con experiencia actoral, decidió que lo suyo no eran los sets de filmación sino el mar. Quiso estudiar biología marina en una universidad comunitaria. Se imaginaba el futuro como Jacques Cousteau más que como Al Pacino.
Sumergido en un mundo de océanos y zoología de invertebrados, de vez en cuando realizaba tareas de modelaje para pagar estudios y trajes de surfista. Conociendo sus pasiones, cuando a su antiguo representante le llegó la invitación para audicionar para el rol de un surfista en la serie Tocados por un ángel, no dudó en convocarlo. Una semana más tarde obtuvo un pequeño papel en el filme Pleasantville, protagonizado por Tobey Maguire y Reese Witherspoon. Walker dejó la biología para dedicarse a la actuación. Su decisión no fue producto de una revelación divina ni una pasión arrasadora sino más bien de un razonamiento práctico: “Me di cuenta de que actuar era un oficio buenísimo para ganar dinero y poder continuar haciendo surf sin tener que asumir ninguna responsabilidad”.
Sin proponérselo y casi que sin buscarlo le comenzaron a llegar roles cada vez más importantes: interpretó a una estrella de fútbol en la película Juego de campeones, participó en Ella es así, un filme de amor adolescente e inauguró el siglo XXI actuando en el thriller psicológico Sociedad secreta, producida por Neal Moritz y dirigida por Robert Cohen. Fue el director quien le dijo a Paul que le recordaba a Steve McQueen de joven, y le recomendó tomarse la actuación más en serio.
Cuando Moritz y Cohen se plantearon una nueva película con carreras callejeras en el sur de California, pensaron en Walker. “Me dijeron que podía hacer de policía, conducir autos veloces, salir con una protagonista hermosa y que además, me pagarían”, dijo, y explicó que aceptó sin dudar porque “era la fantasía de cualquier joven hecha realidad”.
Esa “fantasía” se convirtió en un gran negocio: la saga Rápido y Furioso. Walker interpretaba el rol de Brian O’Conner, un policía que se infiltra en una banda de corredores de autos callejeros liderada por Dominic Toretto (Vin Diesel).
La película no tenía casi argumento pero si adrenalina visual, autos fantásticos y protagonistas carismáticos. Si alguien quería buscar una historia para pensar o debatir sobre el cine la opción era acelerar para otro aldo, pero si lo que se deseaba era pasar un momento pochoclero/fierrero resultaba ideal. La recaudación en la boletería lo demostró. El primer fin de semana solo en Estados unidos recaudó el doble de su presupuesto de 38 millones de dólares.
Cuando después de una disputa salarial Vin Diesel se retiró del segundo filme, Walker pasó a ser la estrella, pero cuando optó por no participar en la tercera entrega parecía que la franquicia se quedaba sin combustible. De la cuarta cinta pocos se acuerdan pero en la quinta y la sexta volvieron Walker y Vin Diesel, y con ellos la nafta prémium, las carreras y persecuciones cada vez más elaboradas, el público cada vez más leal y las ganancias.
Aunque en Rápido y Furioso Paul demostró una llamativa habilidad como conductor, lo suyo no era la actuación. “Soy actor, y ese es mi trabajo, pero no es mi vida. Tengo muchos otros intereses”, declaraba. Fue nominado varias veces como peor actor en los premios Razzie y se lo tomó con humor. Es que si sus dotes en pantalla eran cuestionables, los que mostraba conduciendo autos eran incuestionables. Apasionado por el volante, llegó a ser piloto profesional y hasta integró una firma dedicada a la modificación de automóviles y la fabricación de piezas para motores de alto rendimiento. Aunque era el dueño y una celebridad del cine, disfrutaba a más no poder desarmar motores y engrasarse. Sus empleados se maravillaban porque trabajaba a la par en el taller, como un compañero tuerca y no un divo.
El éxito como actor le permitió desarrollar su pasión de coleccionista de autos. Por su participación en Rápido… ganó más de 40 millones de dólares que invirtió no en autitos de juguetes sino en autazos de lujo. Compró más de 30, todos deportivos: una Ferrari 360, varios BMW, un Toyota Supra y un Nissan Skyline, entre otros. También sumó algunas motos; con una de ellas tuvo un grave accidente del que pudo recuperarse, en el 2008.
Si ser actor era su trabajo y los autos su pasión, también tenía un costado solidario. Fundó Reach Out Worldwide, una ONG para ayudar a las víctimas de desastres naturales con equipos de voluntarios calificados que colaboraron después del terremoto de Haití, el tsunami en Indonesia y el tifón Haiyan, en Filipinas. El mismo Walker no dudó en pasar de los dichos a los hechos y en el año 2010 se subió a un avión para ayudar a Chile cuando el país resultó vapuleado por un terremoto. Otro de los actos altruistas que se le conoció fue en el 2004 cuando viajó a Sri Lanka luego de uno de los tsunamis más devastadores que afrontó la región. Además de su donación económica, trabajó a la par de los bomberos y asistentes que asistieron a las víctimas.
Joven y exitoso, nadie imaginaba que los días del famoso actor iban a terminar aquel 30 de noviembre de 2013 cuando se subió a una de las joyitas de su colección, un Porsche Carrera GT, conducido por Roger Rhodas, amigo suyo y asesor financiero. Walker tenía sólo 40 años y esa, su última carrera, duró apenas unos minutos. Ambos se dirigían a un evento de caridad realizado por las víctimas del tifón Haiyan en Filipinas. El vehículo avanzaba a unos 120 kilómetros por hora cuando se salió de control, impactó contra un poste, golpeó contra un árbol y estalló en una avenida de Santa Clara, al norte de Los Ángeles. Conductor y copiloto murieron. Una investigación posterior reveló que Walker sobrevivió al impacto, pero falleció quemado en el interior del vehículo, atrapado por su cinturón de seguridad.
La muerte se lo llevó en medio de la grabación de Rápidos y Furiosos 7. “Estoy con el corazón roto. No puedo procesar nada”, escribió James Wan, director de la séptima entrega, a través de su cuenta de Twitter. “Hermano, te voy a echar mucho de menos. Estoy sin palabras. El cielo se ha ganado un nuevo ángel. Descansa en paz”, se despidió Vin Diesel en una red social.
Productores y ejecutivos se encontraron con la difícil decisión: si seguían adelante o no. Y como “el show debe continuar”, optaron por reescribir la historia. Para rodar las escenas que faltaban, los hermanos del actor, Caleb y Cody, sirvieron de dobles de cuerpo y su cara fue insertada con CGI (Computer Generated Imagery por sus siglas en inglés, es decir imágenes generadas por computadora). Además, usaron diálogos de escenas eliminadas de otras películas. Aunque el presupuesto se elevó de los 50 millones de dólares a los 250 millones por el uso de la tecnología, el resultado fue increíble. Para los espectadores era difícil distinguir cuáles escenas filmó Walker y cuáles fueron realizadas mediante CGI.
Con la muerte del actor comenzó una disputa familiar. Walker era padre de Meadow, fruto de su vínculo con Rebecca Soteros, con quien nunca convivió pero siempre mantuvo una buena relación. La nena vivía con su madre en Hawái hasta que en el 2012 se fue a vivir con su papá a California. En lo mejor del reencuentro se produjo el accidente. Meadow tenía por entonces 15 años.
A cuatro meses de la muerte de Paul, la madre del actor solicitó la custodia de su nieta. En su testamento, Walker había pedido que su madre y su expareja se encargaran de velar por la niña. Pero Cheryl aseguraba que su nuera no podía hacerse cargo de la menor por sus problemas con el alcohol y llevó el caso ante un juzgado. La tutoría legal quedó en manos de Vin Diesel, que la integró a su familia como a una hija más. Cuando en octubre de 2021 Meadow Walker se casó, fue Vin Diesel quien la acompañó hasta el altar.
Luego del accidente, Meadow -junto a sus abogados- abrió una investigación para determinar qué había sucedido. En su momento se habló de desperfectos mecánicos. Un año más tarde la Justicia determinó que lo que ocurrió se debió a que el impacto fue a más de 150 kilómetros por hora, cuando la velocidad máxima permitida en ese lugar era de 70. Meadow siguió adelante intentando saber la verdad, y en el 2017 llegó a un acuerdo con la automotriz alemana. Según la empresa, técnicamente era imposible que se destruyera la cabina del auto, como pasó. En pleno litigio, el arreglo económico ascendió a los 10 millones de dólares.
Pasaron diez años de la muerte del actor que hoy cumpliría 50 años y su recuerdo sigue presente. Es que, como sabemos los que hemos amado o admirado a alguien, las presencias de algunos seres nos generan disfrute y su ausencia, nostalgia.