Quizás todavía la noción de patria de muchos dominicanos es tan tenue porque quienes poseen idea cabal de cómo fue conformándose nuestra nación no han podido transmitir el orgullo y la grandeza de las gestas que protagonizaron nuestros antepasados.
Patriotería aparte, para ser nacionalista en un buen sentido quizás lo primero es un sentimiento de pertenencia con vocación de futuro, no sólo caderas merengueras, apetitito chicharronero o picardía tiguerona.
Lo que somos comenzó mucho antes de que Sánchez Ramírez derrotara increíble y heroicamente al general napoleónico Ferrand en Palo Hincado en 1808; la docena de años de la España Boba; el efímero resplandor de Núñez de Cáceres en 1821; los aciagos y oscuros 22 años haitianos; las frustraciones de la primera república; la anexión y restauración tras 1863.
El común denominador de cada gesta y aún de recientes conmociones es el trágico sentimiento de futuro incierto que fomenta la emigración y el desapego.
Los políticos que viven culpando de todo lo malo a sus antecesores alimentan esa visión fatalista. ¡Debemos cambiar!