La pasión es el combustible que da fuerza e impulso a los deseos. Mueve imposibles y más.
Pero ¿qué hay de esas pasiones que llevan al perder el control, a volverse irracional? Esas por las que algunos son capaces de perder la vida, dejar fortunas y si es hasta preciso desencadenar guerras, conflictos. Pasión amorosa que obnubila la razón.
Esa fuerza arrastrante, ciega, lleva al más prudente a hacer lo contrario de lo que propugnaba, a romper con lo establecido, a gritar lo que antes callaba, es una emoción empoderante que lleva a creer que todo es posible. Sin reglas, sin limitaciones. El poder que tiene una pasión avasallante lleva a sostener vínculos que son tóxicos sólo por el simple placer que provoca sostener esa emoción.
Sostén de una emoción que desentume el cuerpo, que hace sentir fuera de este mundo, eso y más son las pasiones desenfrenadas.
Desde el crimen más perfecto hasta el pecado inconfesable son justificables en la mente del apasionado desenfrenado.