Esta semana iniciamos un recorrido por los próximos cuatro años con la juramentación y toma de posesión del nuevo gobierno encabezado por el presidente Luis R. Abinader Corona, quien, con gran sentido de la historia y las coyunturas actuales, presentó un discurso en la Asamblea Nacional que deberá ser recordado por su compromiso con la rendición de cuentas, transparencia en las actuaciones y promesa de pulcritud a lo largo de su mandato.
En el mismo se destacan dos promesas fundamentales, una coyuntural y la otra estructural. La primera se refiere a la actual pandemia del Covid, tanto en su manejo como en sus consecuencias.
Sin el adecuado control y posterior erradicación, no habrá reactivación económica, restauración y creación de nuevos empleos, ni una salud fiscal. Y esta tarea habrá por comenzar por la esperada implementación del sistema de atención primaria a nivel nacional, así como por la universalidad en la cobertura de los servicios de salud a toda la población.
Lo segunda es lo que tiene que ver con la educación, reconociendo sin titubeos la inefectividad del sistema actual y el divorcio entre las proclamas teóricas y la realidad de la enseñanza, donde lejos de avanzar con el 4%, el país se ha quedado muy atrás.
Sin ese cambio, tanto en el contenido y su instrucción, como en su pertinencia y efectividad, no habrá en el mañana una sociedad preparada para el mundo de mejores trabajos, innovaciones, emprendimientos y niveles de ingresos reales.
En adición, se cubrieron muchos otros temas como la necesidad de conciliar las libertades con la justicia y la democracia, dentro de un amplio sentido de inclusión y seguridad ciudadana.
Todo un discurso que nos ofrece la esperanza de una mejor calidad de vida, que solo el tiempo dirá si es parte de un nuevo libreto de gobernanza, al que todos aspiramos se llegue en le país.