El PRM, como principal partido de oposición, posee suficientes nuevos dirigentes como para armar una propuesta atractiva para las próximas elecciones, pero difícilmente logrará hacerlo si es en base a más de lo mismo: acuerdos de aposento entre sus dos principales líderes, ambos empeñados en volver a ser candidatos presidenciales.
Lo que más conviene a la democracia dominicana es que los órganos de la representatividad, o sea los partidos, cumplan legalmente con sus reglamentos, que en todos los casos indican que los inscritos son quienes eligen a las autoridades del partido.
Ello vale no solo para el PRM, sino todos, comenzando por el PLD, cuya encrucijada interna es tan similar— dos veteranos que suman cinco presidencias y quisieran volver por más.
La mayoría de los políticos se ha acostumbrado tanto a los tejemanejes partidistas que hasta los jóvenes con mérito para escalar posiciones dependen irremediablemente del apoyo de dos o tres “dueños” de cada partido.
Aparte de la impunidad, nada amenaza tanto nuestra democracia como los métodos antidemocráticos de los partidos.