La partidocracia de este país nunca había estado más añejada y manchada que en la actualidad. Existe un fuerte desgaste político partidista y también hacia las instituciones del Estado en que sólo algunas son apoyadas por un pueblo que demanda una nueva clase política y mejores emisores de mensajes de tranquilidad ciudadana.
Nos pasamos la vida debatiendo, escuchando justificaciones y opiniones provenientes de estos partidos que cada día emulan todo lo contrario a los principios por los que fueron conformados en su momento.
La política nacional, deporte favorito dominicano en que todos somos expertos analistas, gira alrededor de estos partidos corrompidos. La esencia y la base de éstos ha variado con el devenir de la cotidianidad.
Antes se hacía política ciudadana ahora se hace política particular para la alcancía de todos esos que se hacen llamar políticos sin ética ni enseñanza.
Es una lucha tenaz, más que nada por permanecer en el poder, hacer alianzas, pagos extraños a contrarios solo para coartar el avance de otro compañero del mismo bloque o simplemente coger cada cuatro años una buena tajada del pastel gubernamental.
Hombres y mujeres no siempre llegados a estos partidos con buenas intenciones han poblado de una manera salvaje y con descrédito sus bases.
Arribando descalzos y con los talones pelados y saliendo por la otra puerta subidos en el tren gubernamental sin nada que ofrecer a la sociedad.
En ese sentido, no podemos negar que vivimos en una “partidocracia” ambivalente no en democracia. Que estos partidos más que nunca controlan de una manera feroz los medios de comunicación y ciertos profesionales de la comunicación se han rendido a sus pies dejando muy mal parada la profesión.
Los que dirigen estos partidos son linces, gacelas del arte de hacer lo no gratificante en gratificante. Traficantes del buen hacer político y negociadores de poca monta.
Cada cuatro años se arreglan entre ellos. Venden a los medios de comunicación distintas formas de ver y resolver los problemas de la nación, pero después se sientan juntos en la mesa de cualquier restaurante para decidir a quién darle más del pastel o menos.
Es urgente que el sistema partidista de este país asuma que necesita un cambio en todos los aspectos, generacional, de base, de dirigentes y más aún, que surjan nuevas fuerzas políticas más creíbles y líderes que les duela este país.
De lo contrario seguiremos surcando las mismas aguas sin visos de cambio ni renovación.
Hay que dar ejemplo frente a la corrupción política, de hecho, nuestro país ocupa uno de los primeros lugares en el ranking de países corruptos, pero aquí no hay ningún político preso ni de la pasada legislación y mucho menos de la actual. ¿Se entiende esto?
El país se hunde en una partidocracia mediocre que no ha contribuido en nada al avance como sociedad.