El concepto de un muro fronterizo es tan antiguo como la estupidez humana. La muralla china, las murallas de Troya, las de Jericó, hasta el mismo muro de Berlín, cayeron o fueron desbordados por la astucia de quienes eran impedidos de entrar.
Pero el tema es bocatto di cardinale para las mentes de extrema derecha, los autoritarios y xenófobos. Deliran imaginando un mundo amurallado donde no dejen entrar a los que desprecian.
Europa ha demostrado, aún con la crisis económica, que las fronteras están hechas para abrirse y que mayor riqueza hay en el intercambio y la libre movilidad que encerrarnos a los otros.
Los muros físicos son posteriores a los muros mentales. Si se construyen murallas es porque algunos ya las tenían dentro de su mente y corazón.
Cualquier muralla entre Haití y República Dominicana es ridícula, salvo que se tenga el contrato para construirla y eso si puede generarle buenos ingresos.
No existe entre ambos pueblos ningún obstáculo natural (desierto, rio caudaloso, cañones, altas montañas, etc) que impida a un caminante atravesarla sin mucho esfuerzo y amurallar la frontera completa es estúpido.
Cada centavo que las mentes prehistóricas planean invertir en semejante inutilidad rendiría centenares de veces más en proyectos de inversiones económicas a ambos lados de la frontera.
Un Haití y República Dominicana prósperos debe ser la meta de cualquiera que realmente ame ambos pueblos. Que la pobreza disminuya en toda la isla y que los niños haitianos y dominicanos se críen como hermanos.