Parece que todos los intereses están por encima de los nacionales

Parece que todos los intereses están por encima de los nacionales

Parece que todos los intereses están por encima de los nacionales

Porque: “Acepta el dolor y los

desengaños, como parte de la vida”

 

Trata de no pelear; pero, si te

agreden, golpea primero…y

duro.

  1. Brown, Jr.

Estoy, sin importar el tiempo, en creer en la reencarnación y más, cuando se trata de seres perversos, ambiciosos y que, al ser o haber sido tan malos, se les importa un bledo hasta la propia familia, el tiempo no importa. Oh Sisi, mujer sin hiel, reencarnaste creyéndote Samotracia la diosa alada. Tu ambición volverá a hundirte en las profundidades de las inmundicias, de donde te será imposible expandir tus alas, pero, no voy a perder mi tiempo en esto.

Mejor digamos que pasma el descaro, la falta de ética y la honorabilidad de esta gente –claro, poniendo a Sisi de segundo- pero, como al ciudadano de a pies, por gracia, solo se le permite indignarse y cuidado, tendremos que admitir que es tedioso vivir en el discurrir de estos discursos sobre naderías, mientras las amenazas crecen como la verdolaga.

Nos perdimos en naderías, dando largas a las cosas que si importan. Y es que nos da por pensar que desde siempre, nuestra democracia, desde aquella famosa Independencia Efímera, ha estado, al igual que nuestros pensamientos, actitudes y deseos enaltecedores, siempre funcionando como si fuera una dependencia oficial de empresarios, agrupaciones y partidos, con intereses muy distantes de los que supone debería tener una nación.

Los intereses económicos particulares y por qué no, hasta las religiones e iglesias, principalmente la católica, dan la sensación de que su reino, si está en este mundo, y no, como dicen expresó a quien siguen espiritualmente, es decir, que el mismo se encuentra fuera de este mundo, en otra dimensión desconocida pero prometida por pseudos designados voceros de un Dios que solo se manifiesta por medio a ellos.

En tanto, nos abruman las penumbras, donde muy pocos, cual si fuesen una gibosa luna, tratan de iluminar por encima de las bajezas y ambiciones siniestras que producen la oscuridad moral que nos abruma sin piedad. Es una melée difícil, al parecer casi imposible de hacer cambiar el rumbo, pero necesitamos un lenitivo que al menos nos dé esperanzas o al menos nos la mantenga, ya que en estos momentos estamos asistiendo a un espacio corto de tiempo –si tomamos en consideración lo que significa el mismo para la historia-, donde debe de producirse algún tipo de opa, para reunir los mejores esfuerzos en pos de todo aquello que hasta ahora, ha sido solo un sueño desde nuestro propio origen.

Muchos hemos sufrido o pasado por crisis, donde ha salido a colación el más pesaroso de los lamentos, cuando el no hacer, o el dejar hacer dejar pasar, nos ha llevado a exclamar, hasta con la vida escurriendo por los dedos: ¡Si lo llego a saber, si lo hubiese sabido! Pero cuando esto llega, por lo regular, ya es muy tarde. Quizás, solo quizás, como tantas veces hemos manifestado, es precisamente ahí donde radica nuestro gigante problema político, ya que al parecer, esta no se asienta sobre fuertes rocas sino, sobre una bien conocida arena movediza cuyo líquido que contiene, se llama ambición personal.

Hemos asistido en las últimas décadas a contemplar el progreso inaudito de la fábrica de líderes en base al erario y por más que pretende hacer un renovado poder judicial, aunque faltándole el otro brazo para hacer justicia, es muy poco para ponerle fin a esta práctica bochornosa, si, es poco lo que puede hacer, porque para hacer justicia, se necesita el otro brazo, que siquiera han enyesado todavía, es decir, los jueces.

Y no necesitamos para triunfar, volver a escribir Vom Kriege de Clausewitz, porque conocemos muy bien, en base a tantos abusos que hemos recibido, que la guerra era una prolongación de la economía y no de la política y que ese mundo de los negocios –de los intereses particulares-, por más que despiadado, es una actividad mucho más civilizada que la que se despliega en el escenario político. Sin fe ni esperanza, al parecer, así nos cuesta continuar viviendo. Ojo con Sisi. ¡Sí señor!



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