La sociedad dominicana padece de un descreimiento generalizado, con gran parte de los ciudadanos sin fe en la palabra de políticos, la prensa, los gremios o ni siquiera las iglesias.
Quizás se debe a décadas de malabarismo y prestidigitación, inmoralidades e ilícitos impunes, y el ahondamiento del abismo que separa a los pobres de los más ricos; o ver al vaso medio vacío, desdeñando el innegable progreso y avance social de los últimos sesenta años.
Hay varias generaciones que dudan de todo porque casi nunca escuchan verdades convincentes o quizás porque para muchos jóvenes la inteligencia cultivada está muy devaluada.
Pensé lo anterior al recibir de una querida amiga esta cita de Hannah Arendt: “mentir constantemente no tiene como objetivo que la gente crea una mentira, sino que nadie crea en nada.
Un pueblo que no distingue entre verdad y mentira no distingue el bien del mal: está privado del poder de pensar”.
¿Será que mientras la ciencia avanza la conciencia retrocede? ¿Como si la amoralidad creara la ilusión de poder entenderlo todo?
En realidad, mientras más descubrimos detalles de cada cosa menos comprendemos el todo, desde simples cotidianidades hasta cuán irreconciliables parecen la física y la mecánica cuántica. Qué paradoja existencial… ¡tan efímera que es cada vida!