«¿Por qué, por qué nosotros?», grita Milad Eid.
Su angustia es evidente en la línea telefónica.
Una hora antes, había estado apagando el fuego en una casa alcanzada por un misil israelí. Mientras estaba allí, una bomba alcanzó a otro edificio.
Su aldea, Alma al-Shaab, se encuentra en el sur del Líbano, a poco más de un kilómetro de la frontera israelí.
Desde octubre del año pasado, se ha visto atrapada en combates transfronterizos entre las fuerzas israelíes y Hezbolá, la organización musulmana chiita, que es políticamente influyente en la región y controla la fuerza armada más poderosa del Líbano.
Al menos 800 residentes han huido de la aldea y ahora sólo quedan unos 100, informan las autoridades.
«Nadie sabe por qué están atacando nuestras casas», dice Eid. «No es nuestra guerra».
La costa mediterránea del Líbano está salpicada de ciudades y pueblos pintorescos, donde las buganvillas caen sobre calles sinuosas.
Alma al-Shaab, dicen sus residentes, es la más pintoresca de todas.
Es uno de los pocos pueblos cristianos dentro del sur libanés, una región mayoritariamente musulmana chiita. La posición de Alma al-Shaab en una colina ofrece vistas majestuosas del campo y se ve el mar en la distancia.
También es claramente visible desde el norte de Israel.
Esta cercanía a la frontera ha provocado que sea fuertemente atacada por las fuerzas israelíes durante los últimos nueve meses.
Un día después de que Hamás atacara a Israel el 7 de octubre, Hezbolá y sus aliados dispararon oleadas de cohetes desde el Líbano hacia una zona en disputa a lo largo de la frontera en una aparente muestra de apoyo al grupo armado.
Israel tomó represalias atacando con aviones no tripulados y desde entonces ambas partes han intensificado drásticamente la escala y la intensidad de los ataques a través de la frontera entre Israel y el Líbano.
A finales de mayo, Alma al-Shaab había sido atacada 188 veces por las fuerzas israelíes, según el Beirut Urban Lab, un centro de investigación que utiliza datos del Armed Conflict Location & Event Data Project (Acled).
Muchas otras aldeas del sur del Líbano también han sido bombardeadas.
El ejército israelí dice que ataca a los combatientes y la infraestructura de Hezbolá y que toma represalias contra los ataques a bases del ejército israelí en el norte de Israel.
Pero algunos altos funcionarios libaneses lo han acusado de implementar tácticas de tierra arrasada para hacer que toda la zona sea inhabitable.
Solo 100 habitantes
Los aldeanos con los que habló la BBC se mostraron reacios a discutir si Hezbolá u otros grupos armados estaban utilizando Alma al-Shaab para atacar a Israel.
Uno insinuó que los lugareños habían intentado, sin éxito, impedir que los combatientes usaran sus tierras.
No ha habido ningún muerto en Alma al-Shaab.
Pero hasta ahora, el bombardeo israelí ha destruido completamente 10 casas, dañado otras 120 y alcanzado el principal tanque de agua de la ciudad, según el teniente de alcalde, William Haddad.
Se han quemado unos 12 kilómetros cuadrados de tierras agrícolas y forestales, añade.
Normalmente hay 900 personas en Alma al-Shaab, y alrededor de 1.500 en verano, cuando los emigrantes regresan para pasar un tiempo en su aldea ancestral.
Ahora sólo quedan unos 100, dice Haddad, y no hay niños. El recuerdo de conflictos pasados flota pesadamente en el aire.
La gente recuerda la invasión israelí del Líbano en 1982 y la posterior ocupación del sur hasta el año 2000, la guerra entre Israel y Hezbolá de 2006 e innumerables escaramuzas.
«No recuerdo la vida sin guerra»
«Probablemente el 90% de la gente de Alma al-Shaab se fue directamente un día (después del 8 de octubre) porque no quieren experimentar lo que vivieron en 2006», dice Haddad.
Maria Shaya, de 31 años, habla de una infancia de ataques y explosiones, con un miedo constante a la violencia en su casa. Se fue a los 18 años para estudiar en Beirut.
«No recuerdo un momento en el que no hubiera conflicto».
Puede recordar en detalle el sonido de bombas, drones y aviones de combate. Pero durante las visitas a casa en los últimos años, «mi cerebro elige no escucharlo», dice.
Desde el resurgimiento de los combates el año pasado, no ha visitado a su padre, que se niega a abandonar la aldea.
Es una realidad dolorosa, reñida con su orgullo por el lugar.
«Amo a Alma», dice. «El aire allí huele diferente. Es muy verde y exuberante, y puedes caminar y recoger cosas de los árboles para comer».
Pasar tiempo con sus abuelos y primos bajo los limoneros es ahora un recuerdo lejano.
Ella, como cientos de personas más, no sabe cuándo podrán regresar.
«No queremos estar en una guerra», dice. «Simplemente extraño volver a casa».
Esta vez es diferente
«Lo que pasó en 2006 terminó en 30 o 33 días», dice Haddad. «Ahora llevamos unos siete meses y esto continúa. Nadie sabe cuáles son los límites».
Desde el 7 de octubre, Israel ha lanzado más de 5.300 ataques en el Líbano, según el Beirut Urban Lab. Por su parte, Hezbolá y sus grupos aliados han atacado a Israel unas 1.200 veces, informan.
Las Fuerzas de Defensa de Israel informaron el 6 de junio que se habían disparado aproximadamente 4.850 misiles contra Israel desde territorio libanés. A principios de abril, señalaron que las fuerzas israelíes habían atacado más de 4.300 «objetivos de Hezbolá» en el Líbano.
Ambas partes dicen que sólo apuntan a objetivos militares, pero tanto los civiles libaneses como los israelíes se han visto gravemente afectados por los combates.
Según cifras de la ONU de finales de mayo, al menos 88 civiles han sido asesinados en el Líbano y más de 93.000 han sido desplazados.
Al otro lado de la frontera, los medios israelíes informan que 10 civiles han muerto y unos 60.000 han sido desplazados.
La violencia está cobrando un precio mental, físico y económico a los residentes de Alma al-Shaab, la mayoría de los cuales han huido a ciudades como Beirut y Sidón.
Quienes tienen una segunda casa o familiares con quienes quedarse tienen suerte, afirma el alcalde. Otros han tenido que alquilar casas, a menudo viviendo junto con otras dos o tres familias.
Muchos dicen que los ingresos se han agotado y los niños no pueden ir a la escuela.
Algunos residentes insisten en que se quedarán, pase lo que pase.
Milad Eid es uno de ellos. «No sabes cuándo te bombardearán o cuando será el siguiente ataque», afirma.
Pero si se marcha, teme «enfrentarse al mismo problema que los palestinos cuando abandonaron su país».
Eid se refiere a lo que los palestinos conocen como la Nakba, o catástrofe .
El 14 de mayo de 1948, Israel declaró su independencia y en una guerra que comenzó al día siguiente hasta 750.000 palestinos que habían vivido en esa tierra huyeron o fueron expulsados de sus hogares.
Israel no les ha permitido regresar ni a ellos ni a sus descendientes.
«Se convirtieron en refugiados y, después de 70 o 75 años, siguen llorando por su país, sus pueblos y sus casas«, afirma.
Cuando se trata de la frontera entre Líbano e Israel hoy, la mayoría de los observadores internacionales no han llegado a calificar la situación como una guerra total.
Pero quienes viven allí, la sufren cada día.
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