“Los diarios sirven para envolver huevos”. Este parecería ser el servicio número uno que presta la prensa escrita según el orden de prioridades de la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner (CFK) .
Walter Lippmann, el legendario escritor y columnista del “Washington Post”, entre otros diarios estadounidenses, con una cierta resignación era más generoso con el destino de los papeles con noticias, y reconocía que los editoriales y artículos de hoy servirán, pero recién al día siguiente, para envolver el pescado.
En honor de la verdad hay que consignar que la primer mandataria de los argentinos admitió, para una segunda opción, que “ los diarios también sirven para leer”.
Pienso que no estamos añadiendo mucho sobre cuál es, en la materia, la opinión y la forma de actuar de CFK. En esto acompasa sus movimientos al ritmo marcado por Hugo Chávez y no le cede ni un palmo de terreno a su colega y amigo ecuatoriano Rafael Correa, quien cada tanto se divierte en romper diarios por cadena de TV.
Es que en esto de romper diarios y quemar libros no se inventa nada nuevo. Pasa lo mismo con el método de cargar contra la gente cuando reclama y protesta; esto es, cuando no se trata de militantes amigos , “ amparados y estimulados”, o de grupos de choque propios. Todos transitan el mismo sendero.
Por esos días, hace dos semanas, en que la presidenta se hacía la graciosa – y esto concediendo que lo decía “ en broma“- más en serio la Suprema Corte de Justicia de Argentina en una nueva y plausible decisión truncaba una arremetida de la oficina de impuestos (AFIP) contra dos importantes grupos editoriales ( La Nación y Editorial Perfil), a los que pretendía cobrar tributos por una suma del orden de los 25 millones de dólares, violentando disposiciones con efectos suspensivos sobre dicha obligación y a la vez aplicando una política claramente discriminatoria con respecto a otros medios y grupos editoriales.
La Corte frenó las ansiedades persecutorias de la AFIP, al tiempo que en otro dictamen memorable advirtió que la política fiscal del Gobierno “no puede ser utilizada como un instrumento para excluir un grupo de los beneficios que se otorgan a todos los demás sectores de la economía y de ese modo indirecto afectar la libertad de expresión”.
Y por si no quedó claro, los máximos jueces añadieron: “Los Estados no deben utilizar la aplicación de normas tributarias y de gravámenes como medio de presión directa o indirecta dirigida a silenciar la labor informativa de los comunicadores”.
Y ante esto, ¿qué respondió el gobierno de CFK? Por vía del jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, acusó a la Corte de estar politizada y de ser parcial. Desafiante, como corresponde a todo vocero kirchnerista, Capitanich expresó: “Si quieren hacer política, los jueces deberían presentarse a elecciones y ésta sería la forma de demostrar si existe o no apoyo de la voluntad popular a sus propuestas o ideas”.
Y parece que lo dijo en serio. Y lo dijo de los mismos jueces y de la misma Corte que validó y legitimó la Ley de Medios, con el aplauso y hasta mención especial casi, de CFK y sus adláteres. Y se trata nada menos que de la ley que el kirchnerismo creó para utilizar en su guerra contra el Grupo Clarín y ya de paso beneficiar a algunos amigos y allegados.
Después de esto, por qué tomar como una picaresca lo de envolver los huevos. Pero en broma o en serio – en eso los hechos son más que elocuentes- hay algo peor o más decepcionante: la presidenta argentina lo dijo ante una importante audiencia de empresarios metalúrgicos jóvenes que aplaudió y festejó alborozada.