¿Para desarmar a quién?

¿Para desarmar a quién?

¿Para desarmar a quién?

A raíz de la muerte del alcalde Juan de los Santos surgieron numerosas voces clamando por el desarme de la población, incluso de retomar iniciativas legislativas y desempolvar propuestas en ese sentido.

Pero no era necesario que muriera un dirigente de alto rango del partido en el poder para renovar esa preocupación, cuando cada día caen ciudadanos valiosos por la misma causa y nadie expresa su indignación por ellos.

Sin embargo, en esta preocupación de buena fe entran algunas inquietudes que sería saludable analizar antes de proceder con una legislación aprobada con la fuerza del poder, para apagar un dolor causado, quizás por otra razón.

¿A quién o a quienes desarmarían los legisladores y el Gobierno? ¿Tendrían garantía de preservar la tenencia sus armas los hombres y mujeres de trabajo, para poder defender sus bienes? ¿Se canalizaría la persecución hacia los delincuentes que actúan sin control contra los ciudadanos indefensos?

¿Se tomarían medidas contra los políticos y funcionarios armados hasta los dientes y con guardaespaldas, cuya profesión es aterrorizar y abusar del poder?
Si en realidad se buscara controlar la violencia generalizada que nos agobia, habría que pensar en las armas ilegales que tiene la población, los alijos que entran por todas partes sin preocupación oficial y, poner mayor control en el ejercicio del poder, no importa la posición.

Me dolería mucho pensar en una legislación y en acciones que sólo afecten a los ciudadanos y ciudadanas que tienen qué perder y que las víctimas eternas de los desmanes de la delincuencia organizada y la generalizada, pierdan su protección. También me duele pensar que por una motivación emocional, legisladores y políticos coloquen una nueva camisa de fuerza al ciudadano que todo lo paga y de quien nadie se conduele.

En fin, son muy bonitos los discursos y genuina la preocupación, pero me inquieta saber: ¿Dónde estaban los preocupados antes de lo sucedido con el malogrado alcalde? Por qué no se ha puesto en marcha un programa para poner fin a todo esto que no es más que el fruto de la desigualdad, la corrupción política y el alto grado de injusticia que destruye el país. ¡Piénselo muy bien!



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