Hipólito Mejía acierta descomunalmente al apuntar que a los políticos y partidos con posibilidades de ganar las elecciones les perjudica seguir desacreditando la Junta Central Electoral.

La descalificación del árbitro en cualquier competencia solo beneficia a los perdedores habituales o a chongos que ganaron antes pero ahora compiten contra fuertes y jóvenes pencos como Gonzalo Castillo o veteranos vírgenes como Luis Abinader.

Don Hipólito posee autoridad moral para señalar la impertinencia de la catarata de infundadas denuncias del descartado en las primarias del PLD, Leonel, pues dentro del PRM en sus convenciones y cuando perdió la presidencia en 2004, ha concedido al legítimo ganador su triunfo sin pataleos ni malacrianzas.

O, diría él, “como un hombrecito”. La constante prédica contra la honorabilidad y honestidad de la JCE encaja con la visión espantadiza y tenebrosa de fogosos integrantes del “frente forzador”, rarísima mescolanza de marxistas con nacionalistas de extrema derecha pero curiosamente anti-empresariales.

Al PRM, cuyos líderes creen ya huelen a poder, no le conviene la estrategia de sus perdidosos nuevos aliados.