Cada vez que se registra un proceso electoral, el sector que más sufre las decisiones de los políticos es el de burocracia de la administración pública.
La aprensión e incertidumbre se apoderan de los empleados públicos. No importa su formación profesional, lealtad a la institución y años de sacrificios.
Gane quien gane su “barba estará en remojo”. Dependerá muchas veces de los “caprichos” y estrategias del nuevo incumbente o del candidato que obtenga la mayoría del voto. El ganador de la contienda electoral, como es entendible en estas “democracias populistas”, dirige los estamentos del Estado amarrado a múltiples compromisos con empresarios, seguidores, senadores, diputados y otros.
Este fenómeno sociológico repercute en aspectos psicológicos creando angustias en la familia y en los individuos, pero constituye quiérase o no, una rutina para las épocas electorales en el país. El momento se presta para que sean violentados los cánones que rige la administración del Estado, creando una situación contraria e impropia del aglutinante derecho formal.
La situación es más preocupante en esta sociedad donde el problema del desempleo es crucial. Nadie quiere perder sus ingresos. La pérdida del empleo en la administración pública lacera a familias y a la diversidad de sus proyectos. Muchos servidores públicos, motivados por el largo período de estabilidad económica logrado por el gobierno, contrajeron compromisos como son la adquisición de viviendas, vehículos y financiamientos de estudios a hijos en el exterior.
El propio gobierno ha motivado, promovido e impulsado para beneficio de la clase media y media baja la adquisición mediante financiamientos de viviendas en proyectos habitacionales, verbigracia La Ciudad Juan Bosch, dotada de atractivos que son propios de una urbe moderna.
¿Y pensar que todo ese “mundo de ilusiones y fantasías” se puede desplomar de la noche a la mañana? Se trata de algo que es más que preocupante. Habitamos en un país en el que, lograr cierta estabilidad económica y social, conlleva la mayoría de las veces –salvo una ínfima minoría privilegiada-muchos años de sacrificios.
He visto ciudadanos que me son muy cercanos, incluyendo mi propia experiencia, que tienen que lidiar por más de 30 y a veces más de 40 años de trabajo duro, sacrificado y al final de cuenta vivir en un apartamentico –si tiene la dicha de ello-o arrimado donde hijos, hijas o familiares.
Pugnamos con un Estado que no nos garantiza un retiro ni siquiera decente. Un Estado que ha otorgado mediante “textos legales” una especie de “patente de corso” a grandes grupos bancarios y financieros para que se alcen con el “santo y la limosna” del erario nacional “y con los sueños de los trabajadores”.
En tanto, miles, millones de ciudadanos ven encaminar sus vidas hacia un futuro incierto.
En naciones desarrolladas, los ciudadanos de clase media planifican su retiro de los duros avatares laborales, viajando a un lugar “de ensueños” ubicado en cualquier rincón del mundo, a un “paraíso tropical” o dedicándose a realizar cosas que siempre soñaron de niños: un safari por África o espléndidas vacaciones “con todo incluido” –con “ñapas” adheridas que incluyen a veces chicas y chicos- en una isla del Caribe.
Nuestros políticos no son capaces ni siquiera de “vendernos esos sueños”.
Avanzan de manera acelerada hacia la defensa y protección de sus propios intereses y los de sus acólitos y allegados.
-¡Sálvese quien pueda!-dirían.
Aplican en el Estado lineamientos que empujan a honorables servidores a verse “en el espejo” de los que llevan muchos años en la administración púbica, que han envejecido allí madrugando día a día, consumiendo grandes cantidades de café y “alimentándose” con comidas que le sirven “para llenar la panza”, aunque no se nutran.
Hay que comer para tener energía suficiente como para poder llegar a la casa y “tirarse en el sofá” a descansar un poco para volver al otro día a la rutina burocrática. ¿Para qué? Para permanecer entre 30 o 40 años en este trajín y salir de las instituciones públicas –la mayoría de las veces cancelados- con las manos puestas “una atrás y otra adelante”
Verse en el espejo
La nueva generación de servidores se ve en ese espejo y decide no repetir la historia. Resuelven no ser “tontos útiles” y ante la menor oportunidad “se las buscan” (en las oficinas, en el partido, en los negocios, etc.) aunque corran el riesgo del escándalo y ventilaciones en tribunales. En algunos casos, hasta vivir las amargas experiencias que se sufren en las cárceles.
En medio del actual cisma, vemos necesario entre las diatribas y los “encotronazos” que se espera ocurran en el escenario de la política partidaria, que el Estado se “ponga por arriba de las circunstancias” y garantice a miles y miles de servidores públicos, su tranquilidad colectiva e individual.
Que transmita a estos dominicanos la seguridad en sus empleos, independientemente de sus militancias, apetencias e inclinaciones partidarias.
Para nadie es un secreto que la actual situación pone a los “empleados públicos” en vigilia.
Nadie sabe lo que a partir de ahora puede ocurrir en las instituciones del Estado. Los que eran hermanos, compañeros, camaradas del partido, se mirarán en lo adelante como “pérfidos contrincantes”. ¡Oh Dios mío!
–“Si me destituyen al jefe, me fuñí, ese hombre fue que me dio este empleíto”, se estarán diciendo algunos.
Todo esto es porque “se espera que vuelen cabezas” en la administración pública. Es lamentable, pero es la consecuencia de las disputas a lo interno del partido en el poder. Lo mejor que puede hacer el gobierno en estos momentos es trazar líneas y adoptar medidas que lleven tranquilidad y seguridad a este conglomerado.
Hay que crear expectativa positiva, certificar a este sector de los servidores público del Estado no será pasto de la voracidad del clientelismo y que podrán “dormir tranquillos”, tener la certeza de que seguirán en la “nómina” y que, por tanto, podrán seguir cumpliendo sus compromisos con bancos, financieras y en el pago de sus “flamantes automotores”.
Dios nos oiga y la piedad se enseñoree de nuestros actuales administradores del Estado para que sigan garantizando el sosiego de un pueblo “digno de esta”, y “de las mejores suertes”.
*El autor es periodista