En esta recta final de las elecciones presidenciales y congresuales del próximo 5 de julio, es tiempo de que los candidatos se quiten los disfraces populistas y se deje a un lado toda la campaña sucia y de beneficencia simulada, para que los dominicanos podamos saber de ellos lo que realmente importa, aunque una mayoría quisiera seguir en la chercha y desorden de este aislamiento social.
La realidad del país es que vive en medio de una enorme recesión global e internamente su economía giró hacia el crecimiento negativo a causa de la implementación de medidas universales para combatir el Covid-19.
Llegamos a las elecciones con un déficit fiscal cada vez más creciente debido a las extraordinarias y multi-millonarios erogaciones que el gobierno efectúa para mitigar la caída en los ingresos de las personas, los asombrosos gastos de salubridad y para ello, un endeudamiento cada vez mayor.
Al mismo tiempo, las fuentes deingresos del gobierno se caen estrepitosamente a causa de la inactividad económica, lo cual se ha combinado con la desaparición de las fuentes más importantes de ingreso de divisas, pinta un panorama muy desfavorable.
Esta situación ha sido hasta ahora tolerada por sus raíces exógenas, o sea que nos vino de afuera, pero que ya con el pasar de los meses y el descuido social, es parte nuestra.
Y ello en medio de cuestionamientos de si las cifras oficiales de afectados son manipuladas a través de la cantidad de pruebas y donde se realizan; si los gastos y compras tienen sobreprecios; si las ayudas sociales no son más que partes de una campaña política, y muchas otras controversias.
Lo que necesitamos es que los candidatos dejen sus rebatiñas y nos digan con claridad como manejarán el país en los próximos 6 meses, no si construirán, estimularán, regalarán o todas las demás promesas que se escuchan en procura de votos. Digan cada cual como se manejará el país en esta pandemia post electoral y déjense de vender ilusiones inalcanzables.