La pandemia del coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covi-19, que en el último trimestre del año 2020, tal como los científicos habían previsto, acelera su rebrote y está cubriendo, especialmente a Estados Unidos y Europa, de un rebrote que reaviva el pánico y fuerza a los Estados y Gobiernos al confinamiento de la población y el cese de actividades económicas.
El llamado a nuevo encerramiento lleva consigo descontento en grupos sociales, radicalización de los negacionistas, más incertidumbre económica y presión sobre los sistemas de salud, cuyo personal sanitario evita el colapso y batalla sin tregua hasta la extenuación.
Las enfermedades, como el modo de vestir, el arte culinario, los hábitos y costumbres, las creencias, el arte y el pensamiento son concebidos y percibidos de modos particulares en función de la cultura y de la lengua que los relata y explica.
Haciendo abstracción de particularidades muy propias de la multiculturalidad y la diversidad de naciones que componen los dos hemisferios de Oriente y Occidente es notoria la diferencia con que se aprecian ciertos fenómenos desde uno u otro lado del mundo.
Por ejemplo, en relación con la pandemia, el pensador Byung-Chul Han, de origen surcoreano y asentado en Alemania, donde se desempeña como profesor en la Universidad de Artes de Berlín, ha establecido fronteras entre la eficacia con que los orientales han logrado controlar la propagación del nuevo coronavirus frente al caos en que los países occidentales se vienen sumiendo, con elevadísimas cifras de contagios, morbilidad y letalidad, mientras esperan ansiosos la llegada redentora de la vacuna, aun en fase de experimentación.
El filósofo, autor de “Ausencia. Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente” (Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2019) atribuyó la superioridad oriental a la aceleración de la digitalización y la inteligencia artificial (IA), el manejo científico de los Macro Datos, como también a la obediencia y disciplina propias de los sujetos de las culturas orientales, producto de ancestrales prácticas políticas autoritarias, hechos que normalizan el que los individuos cedan su aspiración de libertad a cambio de la seguridad que ofrece el panóptico digital, ya sea en regímenes dictatoriales o democráticos.
A propósito de la del Lejano Oriente, en contraste con la de Occidente como bloque, Han subraya en el citado ensayo cómo mientras el pensamiento occidental, desde los presocráticos hasta Leibniz, Descartes, Kant, Hegel, Nietzsche o Heidegger procura establecer la esencia, la ousía, la presencia, el principio de todo, lo fijo, lo que subsiste, lo simétrico, lo que permanece en sí mismo y se diferencia, llamando a todo ello fundamento, los chinos y también los japoneses en cambio, desde Confucio o Lao Tse, o bien desde Chuang Tzu a Matsuo Basho, lo que procuran es el vacío, la ausencia, la indiferenciación, lo no fijo, el camino y no la meta, la asimetría natural, la parousía, que se resuelven en lo que se denomina desustancialización, vaciamiento o desdiferenciación.
Mientras los occidentales maximizamos el deseo como viabilidad de la diferenciación, los orientales maximizan el desprendimiento, la no intencionalidad, llegando incluso a convertir en nada, en ausencia, en vacío el contenido de su propio yo.
En lo que atiene a la medicina, son más que conocidas las características específicas de la estrecha cercanía de los elementos de la naturaleza, sobre todo las plantas y los alimentos, en la forma oriental de entender la máquina del cuerpo, a diferencia de la afición de los occidentales a la ingestión de químicos para tratar de alcanzar lan salud.
La presente pandemia no es ajena ni a las imprecisiones de la ciencia ni a los modos de pensamiento y las culturas diversas en ambos hemisferios.