La verdadera comedia no discrimina casta a la hora de abordar sus paradojas éticas y morales. El buen comediante es un cientista social. Está adscrito solo a la libertad de su lengua incendiaria.
Dave Chapelle (Washington, D.C. 1973) pertenece al linaje de humoristas que expanden los límites de la comedia, provocando reflexiones paralelo a las emociones: Lenny Bruce, George Carlin, Bill Hicks, Richard Pryor y el caído en desgracia por el movimiento #metoo, Louis CK.
Provocador innato, Chapelle protagonizó uno de los capítulos más insólitos de la industria del espectáculo: sin dar explicación alguna y sin comunicárselo a nadie abandonó el set de su exitoso programa Chappelle’s Show, haciendo trizas un contrato de 50 millones de dólares y trayendo consigo todo tipo de especulaciones: suicidio, secuestro y reclusión en una clínica para tratar "sus adicciones".
"Todo lo que se ha dicho es falso. Tenemos la prensa más irresponsable del mundo", espetó a su regreso. "Además, no bebo ni tomo drogas". Una semana posterior a su desaparición, un periodista encontró a Chapelle junto a un grupo de amigos haciendo un viaje turístico a Sudáfrica. Esto ocurrió en 2005. Todo luce indicar que rompió su lucrativo programa por diferencias creativas con la todopoderosa corporación Viacom.
