Combatir la corrupción y la impunidad es un anhelo que todos decimos apoyar siempre que no pique cerca.
El “aminoplismo”, esa inveterada costumbre política criolla de creer que las leyes sólo sirven para aplicarlas a los demás, siempre brota con fuerza cada vez que hay algún intento de hacer justicia.
Demerita la solemnidad que merecen asuntos judiciales la teatral detención de exfuncionarios peledeistas, incluidos dos hermanos del expresidente Medina, que seguramente habrían acudido voluntariamente si los hubieran citado o invitado. Medina, justamente indignado, opinó que fue “desconsiderada, atropellante y abusiva”, esa “actuación típica de cobardes”.
Pero, a diferencia de otros políticos, agregó: “no me opongo a que actos ilícitos sean investigados y si hay responsables que reciban todo el peso de la ley”. Mientras tanto, Leonel Fernández –tres veces presidente, tránsfuga al perder unas primarias— se burla como si cualquier culpa del PLD no fuera señeramente suya también.
De estadista devino en cuña del palo que Abinader busca quebrar. Cuña al fin, vendrán martillazos… Porque, ¿no dijeron que era a todos?