En 1697 el tercio occidental de La Española, cuyo control había perdido por ocupación ilegal de normandos y franceses, fue cedido por España a Francia mediante el Tratado de Ryswick.
Saint-Domingue fue la más rica colonia francesa, cuyas exportaciones de azúcar, frutas, añil y maderas superaban las de colonias británicas.
Un siglo después, en 1795 España cedió a Francia el resto de la isla, nuestro muy pobre Santo Domingo, a cambio de la devolución de Barcelona tras una guerra con los franceses.
Fue gobernador de la isla un cuñado de Napoleón, Jean-Louis Ferrand. Los dominico-españoles iniciaron la guerra de reconquista y en 1808, en la batalla de Palo Hincado, por El Seibo, comandados por Juan Sánchez Ramírez, pese a muy inferior número, armamento y entrenamiento, la tropa proto-dominicana venció decisivamente a los franceses. Ferrand se suicidó de un pistoletazo al perder el combate.
La reconquista interesó poco a Madrid, pues España enfrentaba otras urgencias europeas. El período posfrancés fue conocido como la España Boba.
En 1804 los haitianos habían ganado su revolución contra Francia, iniciada en 1791. Nuestra independencia de España, a fines de 1821, motivó semanas después que Haití ocupara militarmente por 22 años la parte exespañola bajo la falsa justificación de recuperar la colonia cedida a Francia por España en 1697, cuando Haití era inexistente. Desde mucho antes de 1844 los dominicanos padecemos el incordio de un malísimo vecino.