El 28 de diciembre del 1962, ya electo Juan Bosch como presidente, ocurrió una matanza en Palma Sola fruto de la intolerancia religiosa y la resistencia de los grandes hacendados del valle de San Juan de perder su mano de obra barata. Fue una masacre sanguinaria ejecutada por el Ejercito Dominicano, únicamente superada por la de 1937 ordenada por Trujillo contra la población negra de la frontera, dominicanos y haitianos.
Inspirada en el olivorismo, que durante la tiranía había sido reprimido como movimiento social y religioso, es con el ajusticiamiento del sátrapa que comenzó a tomar fuerza nuevamente. Su lema era “la salvación del mundo y construir un mundo diferente”. Especialmente frente a los abusos que los terratenientes ejercían contra sus peones. Las tropas eran conducidas por el General de brigada Rodríguez Reyes y su segundo al mando era el mayor Francisco Alberto Caamaño Deñó. En la acción criminal murió el General Rodríguez Reyes y quedó herido el mayor Caamaño Deñó.
El autoritarismo del ejército trujillista, los intereses de los dueños de fincas y la intolerancia religiosa se combinaron para generar la masacre. El sur quedaba muy lejos de la capital y no había una perspectiva tolerante a expresiones religiosas populares. Un ejemplo literario de ese ambiente se encuentra en la novela de Vargas Llosa La Guerra del Fin del Mundo.
Si hacemos un símil con la actualidad nos encontramos con la popularidad que se está incrementando del lado haitiano con la construcción del canal. Son gente pobre, campesinos la mayoría, que han encontrado en ese hecho aparentemente trivial de la construcción de un canal para tomar agua del Masacre un motivo de unidad de acción y que a todas luces será inútil en su propósito según ingenieros hidráulicos.
La decisión de cerrar la frontera y bloquear el comercio binacional por parte del Gobierno Dominicano le ha dado gasolina a un potencial incendio, que aunque no afecta nuestra soberanía, puede generar del lado haitiano un motín de gran envergadura, más ahora que sale en la prensa que pandilleros de Puerto Príncipe ofrecen ayudar.
Soy un convencido que Luís Abinader está siendo llevado a una trampa por la extrema derecha dominicana, minoritaria pero con gran sagacidad propagandística. Ha gastado inútilmente su pieza más importante, el cierre de la frontera, porque no ha logrado detener la construcción del canal y al contrario ha levantado un gran apoyo en Haití de políticos de todas las ideologías y ahora también de las pandillas al tema de la construcción del canal.
El antidominicanismo se ha incrementado en Haití, lo que no nos favorece. Los abusos cometidos por la Dirección de Migración dominicana son difundidos ampliamente en la nación vecina.
Ya los comerciantes dominicanos fronterizos comienzan a debilitar el apoyo que le brindaron al presidente al verse ahogados en deudas. No le queda al presidente otra opción que dar reversa en su decisión de cerrar la frontera y quizás mantener la negación de visas. Todavía está a tiempo de evitar una catástrofe humanitaria en ambos lados de la frontera y no conducir al movimiento del canal a realizar alguna acción desesperada contra el lado dominicano. La moraleja: señor presidente no se deje llevar de la extrema derecha.