La expresión, proverbio o adagio que alude la posibilidad de que una sola imagen signifique más que diez mil o mil palabras tiene raíces muy antiguas, al menos en Oriente, y aunque se le atribuya a Confucio, parece ser de origen anónimo.
En Occidente y más recientemente, aunque con antecedentes en da Vinci y Napoleón, la frase “Mil palabras no dejan la misma impresión profunda que una sola acción” se atribuye al poeta y dramaturgo noruego Henrik Ibsen. Será Arthur Brisbane quien, hablando sobre periodismo y publicidad, en 1911, empleará la expresión: “Usa una imagen. Vale más que mil palabras”.
Personalmente, y guardando la distancia, prefiero renegar de esa visión maniquea, dual, que sitúa en ámbitos antípodas la palabra y la imagen, optando por el recurso estético y lingüístico de tenderles un puente, tanto en el plano de la percepción como en el de su comprensión.
De ahí que a los lectores de mi libro “Celebración de la imagen” (Búho, Santo Domingo, 2021) les presentara una breve explicación que recoge un origen y tres momentos de nacimiento del poemario.
El origen radica en la generosidad de dos artistas fotográficos, un español, Ángel A. Martínez, y un dominicano, Herminio Alberti León. Me invitaron a la desafiante aventura de acompañar las imágenes, capturadas con sus cámaras e inspiradas en su extraordinaria sensibilidad estética. De la primera hazaña surgió “Miradas paralelas” (Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2009), con hermosísimas fotografías de paisajes y detalles de distintos puntos del planeta.
De la segunda aventura y en base a las ruinas de la llamada Casa de caoba, lujoso antro campestre, en el cual el tirano Trujillo desembocaba sus insaciables deseos carnales, como abominable gesto de poder, convirtiendo en víctimas de abuso sexual y depravación a indeterminada cantidad de jóvenes mujeres de distintas clases sociales.
De esa empresa artística conjunta, a la manera de Cézanne y Pisarro, resulto´ “Casa de sombras” (Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2014).
Pasados unos meses, Herminio Alberti me muestra un listado de conceptos y expresiones para él vitales, ante los cuales me sugiere escribir libremente, para luego su lente, partiendo de mis escritos, abordar una nueva perspectiva fotográfica. De ahí surgió “Throug muy eyes/ A trave´s de mis ojos” (Amigo del Hogar, Santo Domingo, 2014).
En las sociedades arcaicas y ágrafas los artistas primitivos iban de la vida cotidiana o el ceremonial religioso a la plasmación del gesto pictográfico rupestre.
En las sociedades con escritura, desde la era antigua hasta la hipermodernidad, las artes visuales se nutren de la literatura, contando los retablos religiosos, los decorados renacentistas y las pinturas en las iglesias católicas propias de los grandes maestros, que tuvieron por base pasajes bíblicos o mitológicos, hasta la televisión y el cine, templos de la imagen que han descansado muchas de sus grandes hazañas en la literatura universal.
Ha habido una añeja relación biunívoca, dialéctica, si se quiere, o bien dialógica, entre la imagen y la palabra.
El nuevo poemario, en cambio, deja a un lado el arte fotográfico para, celebrando la imagen, volver al aliento prístino de la palabra solitaria, en cuyo sentido y sonoridad queda manifiesta la huella, el vestigio del testimonio visual con que alguna vez se marido´.
Aquí reposan, tal vez, las mil palabras que, según la leyenda, el gran sabio chino Confucio descarto´, prefiriendo quedarse con una sola imagen y la supremacía de su poder simbólico ante los vocablos.
Queda ahora a los lectores descubrir en ellas el indicio que, de las imágenes cantadas, la escritura va tejiendo, como en un tapiz, cuyo significado desborda y trasciende los límites impuestos al individuo, la sociedad, la cultura y la historia.