Santo Domingo.-Para Pablo McKinney un buen periodista tiene que ser una buena persona con sentido de la justicia, vocación de servicio, cultura general y mucha curiosidad.
Explica que más que una profesión o un oficio, ser periodista es una responsabilidad, y sobre todo una gran oportunidad de ser socialmente útil.
Jesús Díaz- ¿Qué es ser periodista?
Pablo McKinney– Un buen periodista es una buena persona con sentido de la justicia, vocación de servicio, cultura general y mucha, mucha, mucha curiosidad. Más que una profesión o un oficio, ser periodista es una responsabilidad y sobre todo una gran oportunidad de ser socialmente útil.
JD- ¿Cuál es el objetivo de un buen periodista?
PM- La verdad y el compromiso con la sociedad. Como Aristóteles, uno puede querer mucho a Sócrates, pero debe querer mucho más a la verdad. El periodismo debe ofrecer al ciudadano la información contrastada y confirmada que le ayude a entender el mundo en que vive para así vivir mejor.
JD- César Vallejo como periodista odiaba la prensa amarilla, que se instauraba en Europa para distraer a la ciudadanía con temas triviales ¿En el periodismo dominicano hay mucha trivialidad?
PM- Ojalá solo fuera en nuestro país, pero, lamentablemente, el fenómeno es global y empeora. En una sociedad donde el bien más escaso es la atención, (un efecto de la sociedad digital actual) al ciudadano se le seduce más y mejor con un insulto y una vulgaridad que con un análisis conceptuoso y bien documentado. Vivimos en la dictadura de la comunicación coprológica con respaldo popular.
JD- Precisamente, desde hace algunos años usted habla de la comunicación coprológica ¿qué significa eso?
PM- La comunicación coprológica es la que se ejerce explotando vilmente los más bajos instintos y miserias del ser humano. Es el gran triunfo de la indecencia sobre la educación doméstica y las buenas formas, la gran dictadura con respaldo popular, la gran traición de quienes han preferido olvidar la función social del periodismo quizás porque nunca supieron que existía o, peor, sabiéndolo. Nada tan dañino como un hombre culto decidido a navegar en los mares de la inmundicia mediática. Lamentablemente ese es el modelo que prefieren las grandes audiencias.
JD- ¿Los periodistas de opinión son objetivos en el país?
PM- Un periodista nunca es objetivo. Elegir una palabra y no otra para un titular es ya tomar partido. La objetivad es como la felicidad… una meta, una utopía que debemos esforzarnos por alcanzar, en el camino nos acercamos a ella, pasamos buenos ratos, como aquellas novias de un solo verano. A veces, guardar silencio es la más parcializada respuesta. La autocensura existe.
JD- ¿Dentro del periodismo dominicano estamos en crisis de credibilidad?
PM- No sólo el periodismo local, el periodismo global está en crisis de credibilidad. Y es que, ante el fracaso de su modelo de negocio, el periodismo ha ido tras los lectores, a veces en detrimento de la credibilidad que es su gran tesoro, aunque no podemos olvidar que un medio es una empresa. Es el gran desafío del periodismo actual: Lograr ser leído, ser viral (viralidad) sin afectar su credibilidad. Es la falta de credibilidad de la política tradicional lo que ha hecho posible que unos impresentables señores ganen convincentemente unos procesos electorales. En una práctica de humildad intelectual, ante el triunfo arrollador y masivo de la comunicación coprológica que ya te mencioné, quizás los periodistas deberíamos cuestionarnos al respecto, preguntarnos como en el cuento ¿en qué hemos fallado?
JD- ¿El periodismo en términos de profundización en el país cambió?
PM- En ese sentido se ha empobrecido. Aunque en los últimos años hay un esfuerzo de algunos diarios dominicanos por retomar el camino. Hay una deficiencia demostrada en la educación dominicana, pues la ampliación de la cobertura se ha hecho en detrimento de la calidad, para no hablar de un país que apenas tiene cuatro o cinco universidades que merecen ser llamadas como tales. A todo esto, hay que añadir el ya viejo problema salarial que la crisis del modelo de negocios ha agravado. También el “declaracionismo” y el “notadeprensismo” están matando la profundidad. Aunque admito que es un tema muy complejo.
JD- ¿Podemos hablar de un McKinney periodista que es ‘’Terribleee…’’?
PM- Jajajaja. No. No soy nada terrible. Soy nieto e hijo de maestros, criado en la paz y la conciliación, en un hogar de dos seres humanos bondadosos y buenos, con una vocación de servicio inacabable. Soy un conciliador nato. Nada rencoroso, ligero de equipaje y con una gran capacidad para el perdón. No hay mayor venganza contra quienes dicen ser tus enemigos que ser razonablemente feliz.
JD- ¿La calidad es sinónimo de rentabilidad en el periodismo?
PM- No necesariamente. Es frecuente que grandes periodistas no tengan iniciativa empresarial. La psicología lo explica muy bien. La gente creativa, de temperamento flemático, necesita del colaborador de emparamento colérico que le impulse y le motive. No siempre el talento periodístico va de la mano con la iniciativa empresarial propia. Un periodista promedio con vocación emprendedora, optimista y laborioso, puede ser económicamente más exitoso que un gran periodista sin vocación empresarial. No es fácil pasar de empleado a empleador con una nómina encima y el fisco siempre al acecho. Fíjate, por ejemplo, en la mayoría de nuestros directores de diarios, todos viven muy dignamente, pero ninguno posee fortuna.
JD- En una reciente entrevista el articulista Ramón Colombo manifestó que le gusta leer a articulistas como: Ramón A. Veras, Margarita Cordero y Pablo McKinney ¿y a McKinney a que otros articulistas le gusta leer?
PM- Enriquillo Sánchez era mi preferido. José Rafael Lantigua es dueño con todo y título de la mejor prosa poética del país. Leo siempre al maestro Colombo. Aunque debo admitir que Colombo me lee por agradecimiento, porque en La Habana le ayudé a descubrir al genio de Benny Moré, y en Madrid, en Libertad 8, le enseñé a escuchar a Joaquín Sabina y a Luis Pastor. De los más jóvenes leo a Federico Jóvine y a Millizen Uribe.
JD- ¿Podemos hablar de un McKinney de luces y sombras en el periodismo?
PM- En el periodismo y en la vida tengo mis sombras. No olvides que son ellas, las sombras, las que te ayudan a distinguir la luz.
JD- ¿Cómo prepara sus entrevistas?
PM- Investigando, leyendo, revisando, llamando a las fuentes… Reúno decenas de temas en un folio y los utilizo según marcha la entrevista. Cada entrevista tiene su ritmo.
JD- ¿Alguna recomendación a los nuevos periodistas?
PM- El periodismo es un matrimonio con la verdad. La palabra, como los amores contrariados, salva o mata. (Aunque dice el Joaquín que “los amores que matan nunca mueren”. La curiosidad y la lectura son fundamentales, como lo es el hacerse de una cultura general que le permita entender la sociedad en que vive. Todo periodista no tiene que ser especialista en nada, pero si debe ser capaz de hablar cinco minutos de los hechos fundamentales de la historia y del presente, desde la Revolución Francesa hasta el cambio climático, el mango banilejo o la sonrisa que esconden unos ojos verdetristemar.
JD– Pablo McKinney, banilejo por antonomasia ¿Se puede ser periodista y poeta a la vez?
PM- No sé si habría que llegar tan lejos como ser poeta, pero sí sería conveniente para la formación de un buen periodista el leer los clásicos de la poesía hispanoamericana por aquello de la entonación y el buen ritmo importantes para la correcta expresión, la ampliación del léxico y la mejor redacción. Sería fantástico que los (buenos) poetas ejercieran el periodismo, sí. Sería un seguro de calidad en el uso de la palabra. Pero debo decirte que muchos de nuestros buenos grandes periodistas de ayer y de hoy son poetas anónimos. En mi caso, existe una vieja confusión entre prosa poética (el periodismo literario), los recursos que ofrece la sociología, la historia, el humos, el costumbrismo, la misma literatura, que son la base de mi estilo, y la verdadera poesía. Siempre que puedo hago la aclaración.
JD- Un periodista como Pablo McKinney puede tener una María de Magdala, “donde las malas compañías son las mejores”, según un tal Joaquín Sabina.
PM- El problema de los años de ejercicio es que te hacen respetable, “te echan a perder”. Los universitarios comienzan a llamarte don Pablo, y dejas de asaltar las madrugadas y ya no cierras los bares, (la Casa de Teatro con el duende mayor, Ginebra, por ejemplo), ni lloras por amor, ni escribes libros para robar besos. Aunque admito que la vida me enseñó a valorar los amores discretos. El amor cuando se hace público se le añade un peso innecesario.
* Pablo McKinney.
Director de McKINNEY para Color Visión
Comentarista/articulista para Listín Diario y RCC Media
Asesor de comunicación política