Me asombró que varios integrantes del gabinete me pregunten con genuina curiosidad mi juicio del motivo para que, pese a su pésimo desempeño, enorme impopularidad y pobres destrezas políticas, el voltícaro fuñéctrico parezca beneficiario de una privanza monárquica, como duque de Nizao, más que de varios decretos revocables. Sinceramente tampoco sé ni entiendo.
El cuasi-cómplice silencio de parte del liderazgo del empresariado no compensa el real costo político, el sangrado de las finanzas públicas ni el daño moral de convertir en ladrones de luz a cientos de miles de familias a quienes las EDE no ponen medidores ni cobran su pésimo servicio eléctrico.
A mí me apena que, en vez de servir de pararrayos para desviar chuchazos que le caen al presidente, este noble caballero de industria aparenta tener coraza de amianto y piel de teflón.
Se aferra al cargo como si fuese su salvavidas, sin importarle que su pataleo ahogue al capitán… Mientras, en las EDE las pérdidas aumentan, las inversiones disminuyen, los apagones desesperan al pueblo y el descalabro es cada día peor. Por ejemplo, las inversiones de las tres EDE, de enero a septiembre, bajaron un 12 % comparado a igual período de 2024, de US$170 millones a US$149 millones. Las nóminas siguen hipertrofiadas.
El voltícaro, que antes criticaba altos sueldos del sector eléctrico, posee una corte cuyos áulicos reciben inmerecidos salarios y beneficios mayores que los de cualquier otro funcionario y más que sus pares del eficiente sector privado.
Para colmo, Catalina es un hoyo negro sin transparencia: su segunda unidad salió de línea el sábado sin explicación, otro de sus frecuentes fallos atribuibles a tozuda e impune impericia. Contrario a ser un ataque, este comentario es paradójicamente una defensa de Luis.
Ojalá que de tanta oscuridad no surjan tras 2028 feroces tormentos que lo obliguen a preguntarse también por qué consintió tan pobrísimo y costoso desempeño de un inconsecuente valido, subalterno suyo.
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