Hemos despertado a los primeros días de 2019 con un saldo espeluznante de crímenes, enfrentamientos, muertos y heridos.
Se ha demandado de las autoridades, sin que estas lo tomaran muy en cuenta, evitar situaciones que puedan provocar daños irreparables al país y, en este orden, se ha mencionado como ejemplos extremos a Puerto Rico, Venezuela y México.
En Puerto Rico, el incremento desmedido e irresponsable de la deuda externa condujo a esa sociedad a la bancarrota. Venezuela es cautiva de una crisis social, económica y política casi irresoluble, y ni que decir de los miles de asesinatos y desaparecidos a consecuencia de la guerra con los carteles de la droga en México.
Amargo es decirlo, pero esos presagios, deuda externa, crisis política y cada vez más graves confrontaciones con el narcotráfico, como aves negras y de mal agüero, ejecutan vuelos rasantes sobre la sociedad dominicana frente a un panorama preelectoral donde se discuten opciones sumamente conflictivas.
El presidente Medina, de seguro agobiado por tantas noticias trágicas, decidió salir de su persistente mutismo y se quejó del proceder de dominicanos deportados de Estados Unidos que, a su juicio, han venido a incrementar la violencia delincuencial.
La comunidad dominicana radicada en ese país, es, en sentido general, de una conducta ejemplar. Sus contribuciones económicas, el respaldo que ofrecen de manera sistemática a sus parientes, relacionados y amigos de la isla, su indeclinable amor por su patria, representan un singular mecanismo de equilibrio y de progreso, desarrollo y paz social para la sociedad dominicana.
La queja del Presidente de seguro se asienta en informes fidedignos de la conducta de deportados con un largo prontuario criminal.
Se trata de una situación compleja por el derecho soberano de cada país de extrañar de su territorio a quienes transgreden las leyes.
No olvidemos, no obstante, que las “maras”, esas aterradoras pandillas centro y suramericanas, tuvieron su origen en los Estados Unidos, el principal mercado de venta y consumo de drogas del mundo.
Y gracias a las deportaciones extendieron sus redes criminales a sus respectivos países de origen.
El uso y abuso de drogas, según lo afirmado por el presidente Donald Trump, provoca la muerte de trescientos estadounidenses cada día.
El panorama de la República Dominicana, en este contexto y otros contextos luce complejo y preocupante. No se vislumbra que las relaciones con China Continental y casos como el de Odebrech permanezcan inamovibles y sin afectarnos de manera grave.
Tomentos en cuenta el ascenso del nuevo presidente del Brasil y la actitud estadounidense en relación con el tratado de libre comercio RD-USA.
Hay una infinidad de temas en debate. El abandono de las comunidades es uno de ellos. En días pasados el Colegio de Ingenieros se quejó de la existencia de doce puentes en estado de deterioro solo en Santiago.
La periodista Inés Aizpún destacaba la actitud oficial de hacer “caso omiso” a las quejas de los ciudadanos.
Luis Féliz Matos, alcalde de Pedernales, dijo que esa comunidad debe ser declarada “en emergencia”.
La consistente encuesta Buenhogar indica que el 47.5 por ciento de los hogares dominicanos no tiene agua potable, el 52 por ciento sufre apagones que oscilan entre las 4 y las 23 horas al día, en tanto el 76 por ciento calificó la delincuencia como el principal problema del país.
La presencia haitiana sigue en incremento.
Esa es la situación a grandes rasgos. Definitivamente lamentable iniciar un nuevo año con perspectivas tan sombrías…