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"Cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos,
no osó mirarle la cara "…
Federico García Lorca (1898 – 1936) .
El crimen es ciego, aparenta que nunca sabe a quién mata aunque lo sepa.
No conoce ni tiene idea que cuando mata, no solo mata a una persona, hiere a una red de afectos entretejidos de honda sangre y cariño a borbotones.
El crimen, su delicada urdimbre, su trama letal y silente, es lo peor de la especie humana, conspira contra la armonía de las relaciones humanas, marca el recuerdo con una mancha indeleble, extendida y triste.
El crimen político tiene en su naturaleza, un electrizante efecto que marca a las sociedades donde opera. Donde quiere sembrar terror y miedo, para siempre encuentra respuestas contrarias.
Porque el inmenso afecto hacia el occiso, nos hace rebeldes y ante el crimen, así que pasen 100 años, decir lorquiano , nada nos conforma y el miedo es un fantasma cobarde que sale de nuestras vidas aterrorizado…
Este crimen duró 22 años de plena impunidad, complicidades, amenazas de nuevo.
A estos 48 años, habrá que agregarle que uno de los supuestos autores intelectuales, se escudó en una sucia página en blanco
que nadie sabe dónde está, tramposo hasta en el mismo infierno.
Como si el destino de este país, fuera vivir en materia de impunidad en las cavernas, como alejado de una clara vocación para combatir el crimen, no importa su especie u origen..
En este aniversario del crimen de Orlando, marzo 2023, nos agarra con un país de creciente violencia criminal, como si el control se hubiera ido de las manos a las autoridades metidas en unas reformas policiales, mientras tanto el país convulso acude a las redes sociales para mirar los ríos de sangre callada, por motivos diversos : pareciera que no hay soluciones francas y convincentes ante los hechos de sangre..
En lo que a mi respecta, este 17 de marzo :
A lo largo de mi vida, aquella noche se ha repetido como un fotograma indeleble en mi memoria, vuelve, vuelve, a veces entre sueños y despierto, a veces como un auto-relato a mí mismo, son esos actos silentes que te cambian la vida para siempre, que te sujetan a un recuerdo que ningún asesino, en su descaro de arrebatar humanidades, puede lograr.
Orlando Martinez, fue mi jefe en la Revista Ahora, donde yo hacía semanal 14 páginas de arte supervisadas por él, con alegría
y gran apertura a mis ideas, fabuloso cómplice de la verdad y la transparencia.
Su memoria, en mi conciencia, es la eterna película
que nunca tiene fin (CFE)..
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ILUSTRACIONES
La vieja columna Arte de Ahora.
