En toda molienda llega el momento de separar la paja del grano, sea arroz o trigo. Quizás estemos a punto de llegar a esa encrucijada que para algunos luce una ordalía.
Odebrecht confesó sobornar con US$92 millones a funcionarios y otros dominicanos para engrasar sus sobrevaluaciones contratadas con el Gobierno.
¿Acaso puede alguien pretender que el inculpado principal operó su tinglado sin una prolija red de complicidades y manejos oscuros? Hasta ahora, buena parte de la sociedad venía dudando que las autoridades estuvieran dispuestas a impulsar el proceso judicial que avanza tan lentamente como lava volcánica… Los habituales incrédulos siempre dirán que otra motivación aparte de hacer justicia mueve la acción pública, pero negarle apoyo a nuestros fiscales en este momento equivaldría a apostar por lo peor.
Nadie puede decirse “jarto” de la corrupción y la impunidad y no alegrarse de que ¡por fin! la Procuraduría da muestras de cumplir sus obligaciones procesales. Haber apoyado la candidatura de Danilo Medina no es ninguna garantía de impunidad como invocan investigados…