Fui monaguillo en Santo Tomás y soñé fugazmente con ser obispo (desperté al saber del celibato y otras obligaciones). Padezco igualmente intensos momentos de graves dudas.
Quizás el mejor atributo para mi catolicismo es la intermitencia. Siempre agradezco el don de la duda; ayuda a descubrir misterios y es indispensable en mi sistema de creencias: pasión por la ciencia, desentrañar causas y entender motivaciones de conductas.
Antes de dormir hago un padrenuestro y una avemaría. Pero rezar –recitar fórmulas religiosas— a veces me parece una clase de declamación mística.
Dudo más sobre religiones que sobre la fe. Orar, o sea, hacerle súplicas a Dios, parece más eficaz. Pueden ver que mi bollo mental es inmenso. Me parece ilógico pedirle a Dios hacer mi voluntad, sino que ruego por aceptación del orden del universo creado por Él.
Comoquiera, si pueden por favor hoy oren por una intención de salud familiar que me tiene como a los ateos cuando el avión se está cayendo o un rabino ante el muro de las lamentaciones. ¡Dios mío!