A veces, revisando los temas de esta columna, tengo la impresión de que algunos podrían considerarla pesimista. Efectivamente, dedico mucho tiempo a señalar retos y obstáculos que identifico en nuestro camino común.
Mas no se trata de una visión pesimista de las cosas, todo lo contrario. Entiendo que República Dominicana transita exitosamente el camino del progreso económico y social. Mi única preocupación son las cosas que podrían ralentizar nuestra marcha o hacernos perder algo de lo ya ganado.
Quienes recordamos el país de los años ochenta y noventa somos conscientes de lo mucho que se ha avanzado en todos los sentidos.
Nuestro país no es aún lo que soñamos, pero esto es normal porque los sueños sirven para marcar la frontera de lo posible, que siempre se aleja en el horizonte en la medida en que tratamos de acercarnos.
Obvio, este camino es ondulante, como lo es la vida.
Hay cosas en las que retrocedemos y peligros que se ciernen sobre nuestro éxito. Pero también contamos con las herramientas y cohesión sociales suficientes para superar esos retos. Como he dicho antes, en esa capacidad callada de enfrentar las dificultades está nuestra riqueza.
Pero este convencimiento debe ser realista. Por tanto, debe estar templado por la duda, el reconocimiento de que las ganancias de las últimas décadas fueron fruto del trabajo y, como consecuencia de ello, requieren trabajo para mantenerse.
Los dominicanos debemos estar alertas para evitar descuidar lo que tenemos, y para no dejarnos atrás los unos a los otros. Esa prevención es lo que nos permitirá seguir disfrutando de nuestros logros y tener las energías para seguir empujando nuestro país por el sendero del progreso.
Esto no es algo que depende sólo de un sector. Todos, políticos, empresarios, servidores públicos, trabajadores, estudiantes, maestros, comerciantes, todos los dominicanos, tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Pero también de mérito.
Esto se hace evidente cuando nos damos cuenta de que este camino no ha dependido de ciclos políticos, e incluso ha escapado a los ciclos económicos y políticos del resto de América Latina. Atesoremos lo que somos, dónde hemos llegado, hagámoslo con un optimismo realista, que siempre será la mejor guía.