Hay peligro extremo, “danje ekstrém” en creole, por la fuga de centenares de los peores criminales de Haití durante el asalto del sábado a la cárcel de Puerto Príncipe por las bandas que controlan ese país.
La violencia dejó más de doce cadáveres alrededor de la penitenciaría, despedazados por perros o quemados. El Gobierno y la Policía no se han referido al ataque.
Hay dudas de que el presidente de facto, Ariel Henry, pueda regresar de su viaje a Guyana y Kenia; las gangas tienen al aeropuerto bajo asedio. Mientras, la ONU, Estados Unidos y otras potencias, se ensuelven en su contradictoria retórica.
Sólo la República Dominicana queda expuesta a los enormes riesgos de seguridad y orden público por este escalamiento del caos haitiano.
El Ministerio de Defensa y la recién creada DNI cuentan con recursos y voluntad para cumplir sus deberes, pero la población debe estar atenta.
La situación no está para paños tibios ni acechanzas partidistas electorales. Necesitamos unidad nacional ante un peligro que, desde el siglo XIX, nunca ha sido tan inminente y extremo, con una comunidad internacional harta de bregar con nuestros ingobernables vecinos. ¡Ojo pelao!