Si los Juegos Nacionales no son sometidos a cambios radicales, definitivamente no vale la pena realizarlos.
Ese evento debería ser el eje básico del deporte nacional, sin embargo, nadie le da seguimiento al desarrollo del material que allí se expone.
Se puede afirmar sin temor a equívocos que se convirtieron en un verdadero festival dispendioso de recursos de todo tipo.
Ello así, porque nadie pone en duda que muchas obras se levantaron solo para beneficiar a grupos enquistados en el poder, a sabiendas de que no aparecería el presupuesto para darles mantenimiento.
Por esa causa decenas de obras deportivas se han deteriorado, porque nadie asume la responsabilidad de mantenerlas en buen estado. Se supone que debieran ser los cabildos
Si se programaran y ejecutaran por “el librito”, se constituirían en un palo por los .411, pero bajo las mismas circunstancias de los pasados eventos nadie puede asegurar el éxito acorde con la inversión realizada.
Hay que recordar que las sedes de ese espectáculo, que debía ser el motor del desarrollo deportivo a corto, mediano y largo plazo, se obtenían por presiones e interés político.
Ahora que la sociedad está empoderada de que los recursos económicos hay que racionalizarlos y emplearlos como tiene que ser, se debe analizar muy bien la realización de estos juegos.
Que no se utilice la demagogia tradicional para montarlos, hay que asumir responsabilidades y llamar al “pan, pan, y al vino, vino”.
Les toca al presidente Danilo Medina y al ministro de Deportes Danilo Díaz halar la soga para que en los próximos juegos se hile bien fino para que no se conviertan en otro desastre competitivo y organizativo.
Aunque la economía del país crece, no hay condiciones para desparramar millones de pesos con escasa previsión.
Que en este caso nadie quiera llevarse el premio Soberano, porque definitivamente, el horno no está para galleticas.