Hugo López Morrobel
En innúmeras oportunidades escuché a mi abuelo materno decir que a los políticos hay que creerles solo una parte ínfima de lo que prometen en campaña electoral, porque cuando alcanzaban la presidencia, se convertían automáticamente en “desmemoriados” y se despistaban 180 grados de sus ofrecimientos.
Durante el transcurso de la pasada campaña electoral asistí a varios encuentros con el presidente Luis Abinader, donde prometió que “el deporte tendría un lugar de preferencia en su gobierno, porque reconoce la importancia que tiene esa actividad en el desarrollo físico y mental de los pueblos”.
Ya con la “ñoña” en sus manos, en su discurso de juramentación, el deporte quedó “huérfano”, porque no mencionó ni una sola palabra sobre los planes inmediatos en ese sector.
Cuando se le cuestionó sobre ese olvido, ratificó que el deporte era uno de los sectores que resultaría más beneficiados durante su gestión.
Y no hay duda que así ha sido, porque el Palacio Nacional se ha convertido prácticamente en la casa del deportista, dado que ha recibido y respaldado a todas las delegaciones antes y después de asistir a eventos internacionales.
Aparte de eso, ha ordenado la reconstrucción de una gran cantidad de importantes instalaciones que presentaban un avanzado estado de deterioro.
Ojalá que ese siga siendo el norte del presidente Abinader, y no hay forma de ponerlo en duda, para que se beneficie ese amplio margen de la población que practica deportes.
