Anteayer, el presidente Luis Abinader llamó a la clase política a celebrar un pacto nacional que marque el camino de la República Dominicana ante la crisis que vive Haití. No puedo estar más de acuerdo.
El año pasado publiqué en esta misma columna dos artículos en los que propuse algo similar.
El primero titulado “Tiempos de unidad”, del 5 de octubre, y el segundo “Atar voluntades” del 12 del mismo mes. Obviamente, no fue idea originalmente mía, hace años que diversos sectores vienen planteando la necesidad de hacerlo.
Las razones son muchas y ampliamente discutidas, pero nunca está de más reiterarlas. En primer lugar, la complejidad que plantea la relación con Haití, país propenso a las crisis, hace necesario un plan a largo plazo. No puede haber improvisaciones ni cortoplacismo.
Segundo, porque hay que evitar que este tema, que ciertamente reviste la mayor importancia, siga siendo usado como herramienta electorera.
En esto llevan responsabilidad todos los sectores políticos, aunque unos mucho más que otros. Sin embargo, no se trata de atribuir responsabilidades, sino de evitar que su manejo indebido cree volatilidad en el sistema político. Tercero, es necesario comprometer a todos los actores políticos con un plan de acción. Nadie terminará completamente satisfecho con el resultado, pero todos deben asumirlo.
Ese diálogo también puede surtir un efecto adicional que nos vendría bien: conjurar el pánico que cada cierto tiempo algunos sectores inyectan al debate sobre el tema haitiano.
Mucho de cierto hay en aquello de que la unidad hace la fuerza; estoy seguro de que, si llegamos a un acuerdo nacional, esto nos otorgará la confianza necesaria para no hacer caso de quienes desde ya nos dan por perdidos.
Si la crisis haitiana ha demostrado capacidad de crecer, transformarse y empeorar, de esa misma forma los dominicanos podemos dar muestra de nuestra capacidad para enfrentar los retos que nos traiga.
A pesar de la tendencia a despreciar nuestra capacidad para encarar dificultades, no es casualidad ni fruto del azar que el país cuente con cincuenta años de estabilidad social, política y económica en un contexto regional en el cual pocos países han logrado lo mismo. Algo sabemos hacer bien. Ojalá lo aprovechemos.