Después de la pandemia del COVID-19, del asesinato del afroamericano George Floyd, de los disturbios por el “racismo sistémico” que se propaga por todo Estados Unidos y de la escalada entre chinos e hindúes que ha dejado una veintena de muertes.
Ante el temor a otra guerra abierta entre las dos Coreas, la del Sur y la del Norte (con presencia norteamericana y advertencia de China). Corea del Norte acaba de dinamitar la edificación que servía de marco de negociaciones para la búsqueda de la necesaria paz entre estas dos naciones hermanas.
Después de la latente crisis de Venezuela, con una fracasada incursión sediciosa de grupos (¿mercenarios? ¿Opositores a Maduro? Visto el desafío de Irán a Trump con el envío a la Patria de Bolívar de cinco barcos cargados de gasolina y materia prima para la producción de dicho combustible.
Observada la nueva presencia de tropas norteamericanas en Colombia. Y frente a la incertidumbre de una potencial intervención “gringa” en Venezuela antes de las elecciones del 3 de noviembre en USA. Avizorado los potenciales conflictos armados entre Israel, Palestina, Líbano y otras naciones árabes.
El masivo retiro de diez mil tropas norteamericanas de Alemania (porque “los alemanes no pagan”, según Donald Trump) Las autoridades germanas ya han contestado diciendo que esos militares no los cuidan a ellos sino a toda la zona atlántica, verbigracia la OTAN (Organización del Atlántico Norte).
Después de la crisis del petróleo, de la caída de la Bolsa de Valores de Estados Unidos y de las premoniciones sobre el resurgimiento de un Nuevo Orden Económico Mundial. De la puesta sobre el tapete del tema de la creación de una vacuna contra el coronavirus y de los supuestos planes de Bill Gates para crear un chip que tendría como objetivo controlar la población mundial.
Después del tambaleo de la economía de China ante las sanciones y los aranceles impuestos por Trump.
La posterior decisión del presidente de Estados Unidos de frenar la empresa de telecomunicaciones china Huawei y desatar una feroz campaña mediática para impedir el 5G chino asociándolo al coronavirus COVID-19.
La expectante amenaza de Trump de usar la fuerza militar para enfrentar a su pueblo que protestaba “contra la brutalidad policial” que afecta mayormente a afrodescendientes y a latinos en la nación del Norte.
Que analistas plantearan la posibilidad de un “golpe de Estado” en Estados Unidos (cosa que se presumía era solo de los países de economías emergentes y pobres de América Latina, el Caribe y África).
Y como si fuera poco, ocurre además, el hecho de que en plena campaña política sectores liberales y líderes locales se hayan abocado a postular abiertamente un impensable “socialismo democrático” al estilo sueco, en la meca del capitalismo, en Norteamérica.
Que flota también la denuncia de que “existe una organización criminal que aprovecha la situación para derrocar gobiernos e imponer una dictadura mundial”.
En ese sentido, el programa de factura iraní señala que el arzobispo Carlos María Viganó, exembajador de Estados Unidos ante el Vaticano, escribió “una carta urgente al presidente Donald Trump para denunciar lo siguiente: 1) que hay un Estado Profundo que quiere imponer un nuevo gobierno; 2) que el coronavirus y la protestas por la muerte de George Floyd son parte de un plan de reingeniería social.
“Hay personas que han decidido el destino de la humanidad, abrogándose el derecho de actuar contra la voluntad de los ciudadanos y sus representantes en los gobiernos de las naciones”, apunta el religioso en su misiva. Y agrega: 3) Que los disturbios por todo el mundo son para generar perturbación y vandalismo, un caos que disuelva el orden social para crear un nuevo orden mundial sin libertad y sin religión”.
¿Una guerra medicinal?
Ante un panorama tan sui generis, surge –¡Oh Dios! lo que nos faltaba– una “guerra farmacológica y de vacunas”.
Entra al ruedo después de sopesada todas estas temáticas, la advertencia que hiciera el analista y académico de geopolítica mexicano Alfredo Jalife-Rahme Barrios en dos conferencias magistrales, sin desperdicios, en las que este doto desnuda la guerra inminente entre China y Estados Unidos, esta vez en el campo de la industria farmacéutica.
¿Nos abocaremos por tanto a una lucha frontal, -según se colige de las apreciaciones del faculto Jalife Rahme Barrios-por el dominio del mercado farmacológico mundial? ¿Implicará esto el desplazamiento de Estados Unidos y países como Alemania, Suiza, Reino Unido y Francia de los primeros lugares en la producción y venta de medicamentos a nivel global?
Los planteamientos emitidos por Jarife-Rahme Barrios por YouTube y una red de medios escritos y virtuales de diferentes países, se refirieron específicamente a sus disertaciones la “Guerra nacionalista de vacunas: Occidente contra China” y la “Guerra farmacológica de Estados Unidos contra China”.
“A la desenfrenada escalada de la guerra multidimensional de Trump contra China se ha agregado la ‘guerra de vacunas’ y su corolario de ‘guerra bursátil’. China y otros países occidentales batallan para desarrollar la primera vacuna contra el COVID-19, que le daría al primer descubridor una supremacía tecnológica y un poder geopolítico sin igual”, enfatiza el analista mexicano.
Para Jalife-Rahme Barrios, “la ‘guerra farmacológica’ escaló alturas insospechadas debido a la carrera entre EEUU y China para desarrollar una vacuna contra el COVID-19”. En este sentido resalta su visión sobre una “inédita guerra farmacológica: donde dos empresas chinas —China Resources y Sinopharm— descuellan en el top ten del big pharma, medido por sus ingresos”.
Éste llamó igualmente la atención acerca de que, en el contexto “de las 10 principales empresas globales del nuevo Big Pharma —que ostentan ingresos por valor de 573.431,9 dólares— escalaron dos empresas chinas China Resources, (¡primer lugar!), y Sinopharm (cuarto) frente a tres de EEUU: Johnson&Johnson (segunda), Pfizer (quinta) y Merck (octava)”.
Once años atrás, según el experto, el poder farmacológico de Estados Unidos en el mundo era tal, que entonces “no aparecía ninguna empresa china en los óptimos sitiales, frente al apabullante número de transnacionales farmacéuticas, cuando, de 12 occidentales, Estados Unidos detentaba un oligopolio de siete, Gran Bretaña dos, Suiza dos, y Francia una.
Ahora, en cambio: “En el ranking de Fortune 500 Global de 2019, de las 10 primeras farmacéuticas aparece en forma asombrosa en primer lugar la empresa China Resources”. Anota que, independientemente del ranking, tres empresas farmacológicas de EEUU han decaído varios sitiales, fenómeno similar que sufren Alemania, Francia y Gran Bretaña.
En tanto Suiza ha conservado relativamente sus lugares, mejorándolos un tanto, mientras que “las dos empresas chinas se han catapultado en forma espectacular: China Resources con un aumento del 11.9% en sus ingresos y Sinopharm con 15.7%”, apuntó.
Igualmente, empresas y corporaciones científico farmacéuticas del Reino Unido, Rusia y la propia China, han anunciado la producción exitosa de fármacos que garantizan la curación del COVID-19. ¿Qué implica esto? El apoderamiento del mercado global ante que los demás, por parte de las industrias y laboratorios farmacológicos de estos países.
Adujo Jalife-Rahme Barrios en el año 2009 –con magistral sabiduría, agregaría yo-que “con o sin el brote súbito de infecciones inéditas, el siglo XXI estaba destinado a ser eminentemente biológico, donde la inmunidad, la genética, la bioquímica y la virología jugarán un rol determinante y cuando el armamentario farmacológico será de carácter estratégico, por lo que aquellos países que dispongan de la sapiencia nanobiotecnológica [un feudo de EEUU, guste o disguste] tendrán un gran avance y quizá dispongan hasta del control del género humano voluntaria o involuntariamente”.
¿Quién se impondrá en esta guerra? ¿Será beneficiosa para la humanidad? ¿O sencillamente contribuirá a que tengamos un mundo cada vez más enfermo y las industrias farmacéuticas más ricas?
¿Se impondrá el caos mundial?
Después de todo esto! Que Dios nos coja confesados!
*El autor es periodista.