Que un puñado de haitianos pasados de contentura etílica voceen “ya somos un solo país” debería causarnos más tristeza que indignación. Políticos incapaces de mejores ideas, invocando malamente a Duarte quien fue un apóstol sin odios aun teniendo motivos, aspiran a fundamentar un liderazgo que les elude pertinazmente, con el cuco de una eventual fusión con Haití.
Países tan disímiles, con lengua, religión, valores, tradiciones e intereses tan distintos, con asimetrías socio-económicas tan abismales, difícil por no decir imposiblemente podrían absorberse uno a otro.
Lo que sí puede pasar, y está ocurriendo, es que la incapacidad de los haitianos para gestionar políticamente y administrar su propio país, junto con la desidia dominicana ante la creciente invasión de inmigrantes ilegales haitianos, creen un caos inmanejable del cual la comunidad internacional busque desentenderse dejándonos el desastre.
¡Que echen un cubo!
En vez de fomentar miedo o entretener disparates, los dominicanos estamos obligados a colaborar como mejor podamos para aumentar su prosperidad y fortalecer la democracia haitiana.
Nos conviene.
Ellos allá, nosotros aquí; buenos vecinos.