Hace ocho años, y parece que fue ayer. Recuerdo cada palabra y el tono de voz de mi padre cuando me llamó esa madrugada y me dijo: “mi hijo, vamos camino a Baní, tengo que darte una muy mala noticia: nos dicen que a tu hermano Francisco le dieron un tiro en la cabeza”. Todavía me estremezco al recordarlo.
Luego me llamó para confirmarme: “mi hijo, ya no hay nada que hacer, tu hermano está muerto, tu madre está dentro junto a su cadáver”, luego añadió: “vengan, nos vemos en la casa para que estemos todos juntos”.
Ese fue el inicio de una larga tragedia. No solo perder a un ser querido, que de por sí era un excelente ser humano y un ciudadano útil a la sociedad; también tener que adentrarnos en un proceso penal, donde hemos tenido que ver cómo los asesinos se nos ríen en la cara, ante un sistema de justicia complaciente con el criminal y brutal con las víctimas.
Mi hermano, con su trágica muerte, nos ha enseñado la nefasta realidad de la justicia dominicana. Nos ha hecho conocer en carne viva la realidad que viven miles de familias en la República Dominicana. Nos ha hecho comprender la inminente necesidad de cambiar este sistema que lacera los derechos más fundamentales de nuestro pueblo.
A pesar del dolor, no dejamos de recordar a Francisco con alegría, con esa sonrisa en su rostro. No dejamos que todo el sufrimiento por el que nos han hecho pasar nos arranque su recuerdo de amor, cariño y solidaridad.
Agradecemos a todas aquellas personas que con su amistad, apoyo y afecto han hecho más llevadero este duro proceso.
A las 6:30 de la tarde, tendremos una misa en su memoria en la Iglesia Nuestra Señora de la Anunciación en el kilómetro 13 de la autopista Las Américas, Los Frailes II, en el seno de la comunidad que nos vio nacer y crecer. Quienes deseen acompañarnos, allá nos vemos.