MANAGUA, Nicaragua. Leo con detenimiento las noticias que publica el Listín Diario de hoy domingo 14 de marzo. Para mis adentros pienso que la normalidad que todos anhelamos es un largo camino todavía colmado de abrojos. Sí, hay avances reales.
Por supuesto, un medio, por su naturaleza misma, acoge informaciones que son de vital interés para el ciudadano. Y es natural que, tras la traumática situación a la que sobrevivió a duras penas la República Dominicana estos últimos años, es menos que imposible pensar que la convivencia social se restablezca en un corto lapso de tiempo.
Cuando converso con personas públicas relevantes y ciudadanos de a pie, como es lo propio cuando se ostenta una posición diplomática, hago énfasis en aspectos tales como la seguridad que rodea el turismo, el seguro médico a favor de los visitantes, los avances que se registran en el área económica y social, la creatividad, dulzura y gentileza de nuestro pueblo. Los extranjeros no nos desconocen.
A veces, me llevo sorpresas en reuniones sociales o encuentros por zoom en los que ya he insistido de forma incansable en temas como el apego irrestricto del presidente Abinader a la institucionalidad y la justicia, su anhelo de una sociedad apacible, justa, amante del trabajo honesto y el progreso, con instituciones que operen con eficiencia, y no permitan las inconductas.
En ocasiones, tropiezo con algunas sorpresas. Por ejemplo, compartiendo con un grupo de damas, me llamó la atención que varias de ellas se refirieron al profundo cambio que descubrían en las actitudes y conductas de las personas notables en el país.
De forma espontánea se refirieron a la naturalidad y sencillez del presidente, de quien destacaron su serenidad, su postura “en extremo accesible y una dinámica casi juvenil”. Hicieron énfasis en la actitud de su esposa, señalando “la admiración y alegría espontáneas que le provoca la proximidad de su compañero” “y la centrada y natural atención que presta a sus palabras”.
Igual me hablaron de las hijas del matrimonio, la combinación de sobriedad, elegancia y belleza de que dan muestra, cómo visten –haciendo énfasis de que se trata de personas jóvenes-, así como la sutil elegancia de los atuendos de la primera dama y de la vicepresidenta de la República. Se refirieron con lujo de detalles a la educación, la gestualidad natural y agradable de las damas que son objeto de la atención ciudadana..
“Hasta en esos detalles”, me confesó una de esas señoras, “se advierte que el escenario dominicano ha cambiado cuando se le compara con otras circunstancias y tiempos”.
Cierro los ojos y deseo lo mejor para mi país, pero sería poco veraz ignorar que las dificultades son muchas y que el camino a recorrer es aún prolongado aunque los avances y logros cada día son más perceptibles.
Las gestiones para vacunar masivamente la población dominicana son progresivamente exitosas. Las personas me confiesan que los efectos nocivos de la pandemia han disminuido sustancialmente.
Considero unánime la relevancia otorgada por los verdaderos dominicanos a la actitud de las autoridades en relación a la situación de Haití. Creo que es la primera vez que éstas asumen una postura sobria frente a una realidad sumamente compleja y cuya indefinición agravaba la situación.
Este lunes me dirijo a entregar a las autoridades nicaragüenses de manera personal el protocolo suscrito por el Superior Gobierno y la Cancillería Dominicana al respecto. . Se trata de un documento para la historia, que instituye un antes y un después en un problema tan complejo como inextricable.
A millas de distancia, nuestra República Dominicana late intensamente junto a nuestra mente y nuestro corazón. La satisfacción es el deber que se cumple día a día, los afanes por buscar opciones favorables para nuestro pueblo, para nuestro gobierno, y con repercusiones tanto presentes como futuras.
Es el concepto del deber que se cumple porque es un mandato que nos impone la vida, la lealtad, el presidente y el sueño y la obra de Juan Pablo Duarte.