Santo Domingo.-Con el tema “Sean misericordiosos como su padre es misericordioso”la Conferencia del Episcopado Dominicano emitió ayer su carta con motivo del Día de la Virgen de la Altagracia que se celebra cada 21 de enero en el país.
En la misma, los líderes de la Iglesia Católica expresan preocupación por los niveles de corrupción que afectan a la población dominicana, la cual, indican, priva a la ciudadanía de recursos económicos que deberían ser destinados para satisfacer sus necesidades básicas, tales como educación, vivienda, alimentación, salud, seguridad, justicia y salarios dignos.
Señalan que la corrupción crea una escandalosa situación de inequidad y desigualdad social, ensanchando la brecha entre personas que se han hecho ricos como por arte de magia, sin otra justificación que haber pasado por el tren administrativo público y una gran mayoría de personas honestas que apenas logran sobrevivir con el esfuerzo de toda una vida de trabajo.
Precisan que otro gesto de inmisericordia que va en detrimento del desarrollo, es el cobro de “peajes” a los inversionistas, que en vez de estimulárseles se les ahuyenta.
Inseguridad
Los religiosos ven como altamente preocupante la inseguridad ciudadana y criminalidad que consideran ha ido permeando todas las esferas sociales de nuestro país, desde la familia con los feminicidios, hasta los secuestros y el sicariato.
“Segar la vida de un ser humano por un simple celular, hasta tener que soportar la vergüenza de presenciar la implicación en no pocos hechos delictivos de miembros de las mismas instituciones encargadas de garantizar el orden público y combatir la violencia, así como de la seguridad ciudadana y nacional.
Las víctimas de la violencia, de la inseguridad ciudadana y la criminalidad claman misericordia”, apunta el documento.
Políticos mienten
Otro tema tratado por los obispos es el de los candidatos a cargos electivos, de los que dijeron que en sus discursos de campaña hablan habitualmente de cercanía, de escuchar los reclamos del pueblo, de tener en cuenta las necesidades de los pobres y ser su “voz” en las entidades públicas que ocupen.
“Sin embargo, percibimos la devaluación de la credibilidad en el ejercicio de la política”.
Precisan que en el país gente percibe que la política es un negocio de fácil enriquecimiento para unos pocos que logran escalar a puestos dirigenciales en el tren gubernamental, y no un ejercicio de servicio a la sociedad y al bien común, por lo que claman misericordia para los engañados por falsas promesas electorales.
“Nos preocupa grandemente la violación del sagrado derecho a la vida desde sus inicios.
La vida, ese don supremo de Dios, es amenazada desde el mismo seno materno así como también por el creciente clima de violencia», explica.
Medio Ambiente
Los obispos sostienen que la tierra también clama misericordia ante las despiadadas agresiones sistemáticas de las mineras, la extracción de arena de los ríos y la deforestación de sus orillas, la reducción a cenizas por manos criminales de muchos bosques y la tala indiscriminada de árboles de la reservas naturales con fines comerciales.
En el ámbito migratorio manifestaron acogemos el llamado que nos hiciera el Papa Francisco, ‘en nuestra última visita Ad Límina’, a tener una atención pastoral caritativa con todos los inmigrantes, en especial a los de la vecina República de Haití.
“Las situaciones antes descritas apelan a nuestra sensibilidad ante el hermano”, puntualiza.
Cristianos no deben estar ‘despistados’
Los católicos consideraron que los cristianos no pueden estar despistados del horizonte del evangelio ni distraídos con los “fuegos artificiales” de la mundanidad.
«Por eso, nuestro horizonte debe ser el de pensar, vivir y actuar como Jesús, compasivo y misericordioso ante los reclamos de nuestro pueblo», señala el documento.
Dice que con frecuencia ‘encontramos gestos de inmisericordia en nuestra sociedad dominicana, por ejemplo, personas insensibles con hermanos accidentados, que en vez de socorrerlos, los despojan de todas sus pertenencias’.
Indican que como pastores, se encuentran hoy frente a los grandes desafíos de nuestro tiempo que afectan la vida social y eclesial desde el mismo seno de la familia.
“Estamos llamados a ir no solamente a las periferias geográficas, sino a las periferias existenciales”.