Por alguna razón quizás razonable, pero para mí incomprensible, el presidente Abinader mantuvo su fidelidad a los principales funcionarios encargados del área energética durante su primer cuatrienio.
El resultado no hay que explicarlo, pues el sobreviviente zar eléctrico excusa los apagones invocando que muchas subestaciones datan de hace medio siglo y por tanto las quebradas EDE no pueden satisfacer la demanda. Además, en vez de chichiguas está el calor inusitado como justificación.
¿Era necesario perder cuatro años para que el honorífico presidente del Consejo Unificado de las Empresas Distribuidoras de Electricidad (CUED), Celso Marranzini, indudable jefe de todo el sector, se percatara de la vejez de esas instalaciones? Agua pasada no mueve molinos.
Si ahora es cuando el Gobierno hará lo que debió hacer antes, privatizar la administración de las EDE, sea a cargo de Celso o cualquier otro en quien Luis confíe, ojalá la población al unísono y especialmente el sector empresarial apoyen esta indispensable despolitización de esas empresas estatales.
Y que el nuevo ministro Joel Santos se entienda con Celso. Nunca es tarde para recapacitar.
Si se trata del mejor interés nacional, no hace falta ser simpático ni un genio para enderezar el entuerto eléctrico. El peor costo político es seguir posponiendo lo que debió inexcusablemente hacerse hace rato.