Es un hecho que el clima está cambiando, a nivel global, caribeño, insular y nacional.
El balance entre los efectos de la huella humana en la tierra y los grandes ciclos climáticos de nuestro planeta puede debatirse, pero es una realidad que tenemos un clima diferente al de 3 o 4 décadas anteriores.
Sequías y lluvias cambian sus ciclos, especies desaparecen y otras se adaptan a la nueva realidad, la agricultura sufrirá cambios significativos y la disponibilidad de agua potable es un enorme reto para la sobrevivencia de nuestra especie.
El volumen de precipitaciones que sufrieron en los últimos tres meses la costa norte y parte del valle del Cibao es un síntoma de que no estamos preparados todavía para lo que viene.
Nuestras ciudades e infraestructura vial fueron construidas para otro clima, no para el que viene. Y frente a ese hecho debemos comenzar a adaptarnos o regularmente sufriremos grandes daños, con un costo enorme.
Lamentablemente la sociedad dominicana está más enfocada en lo urgente que en lo importante, con muy poca planificación a mediano y largo plazo en todos los aspectos.
Políticos y empresarios, organizaciones sociales y comunidades, carecen de una perspectiva más alla de uno o dos años, a lo sumo el cuatrienio de cada gobierno. Y lo empeora la mentalidad de la dádiva para solucionar los problemas.
Dos cosas se nos imponen: aprender a planificar nuestra existencia a largo plazo y descubrir que las únicas manos que nos ayudarán son las que están al final de nuestros brazos.