David Alvarez
Todo individuo, institución o sociedad tiene dos opciones para desplegar su existencia: o pretender prolongar su presente y pasado hacia el futuro o proyectar una nueva realidad hacia el futuro y emprender el esfuerzo por construirla.
Por el primer camino se avanza hacia el fracaso por intentar sostener una situación que se agota en el tiempo.
Por el segundo camino se avanza hacia la creación y generación de valor que conlleva un mayor bienestar personal y social.
Estas ideas la escuché recientemente de mi amigo Carlos Yunén en un taller que nos brindó al liderazgo de la PUCMM, pero hace años lo leí en un autor llamado Enmanuel Levinas que cifraba esa
disyuntiva en dos conceptos: totalidad e infinito.
Nos movemos, según mi interpretación de Levinas, entre consolidar lo existente (totalidad) o construir nuevas realidades (infinito).
En el contexto de una globalización que reta a todos los individuos y sociedades del mundo a ser creadores de riqueza, material y espiritual, de una manera tan intensa que nunca antes conocimos, no podemos mantenernos con lo que existe y es obligación inventar nuevas ideas, nuevos modelos institucionales, nuevas soluciones y nuevas opciones para el desarrollo integral de nuestros prójimos.
Este impulso que generó la burguesía a partir del siglo XVIII, hoy es un reto para todos los actores sociales y todas las sociedades existentes.
Las opciones son claras: crear o perecer, innovar o sucumbir. Educadores, políticos, emprendedores e intelectuales tenemos la responsabilidad de hacer un mundo nuevo, para beneficio de todos, sin exclusiones.
