Concluido el oráculo de las elecciones generales, ordinarias y municipales de la tercera semana de febrero como lo indica la Carta Magna en su artículo 209, el verdadero protagonista y ganador fue el órgano electoral, es decir, la Junta Central Electoral (JCE), aunque de manera preliminar muchos notables de la sociedad están refiriéndose a los nudos gordianos del régimen político dominicano en lo referente al abstencionismo electoral, tras conocerse de manera oficial que alcanzó un 53 %, al nivel general.
Destacamos la valoración de los observadores internacionales de que las elecciones fueron transparentes y limpias. Afortunadamente, estas se celebraron con método y no con improvisación, como solía ser en el pasado.
El abstencionismo electoral tiene lugar en el sufragio mismo.
La única forma de verificarlo es padeciéndolo, aunque en la situación actual nadie sintió la apatía ciudadana, el cansancio, o el desinterés por la participación, ya que la campaña electoral fue muy intensa y concurrida.
De un padrón de 8,105,151 electores hábiles para las elecciones municipales, unos 870,000 de ellos están registrado en el exterior (equivale a un 10.7 %), lo que indica una abstención de un 50.87 %, si se considera que ejercieron el voto unos 3.6 millones de electores.
Pero, el fenómeno está ahí; sea por la causa de la ausencia de propuestas de los candidatos, o de cómo estos no lograron encantar a la población para que votara por ellos. Pero todos admiten que la actual JCE hizo todo lo humanamente posible para que la ciudadanía cumpliera con el deber cívico de votar.
Creemos estar –como no lo habíamos estado en años–, disfrutando de un régimen democrático, en el que, quizás, es necesario que sean las organizaciones políticas las que eduquen a sus militantes y se esfuercen en que tomen conciencia de tener que sufragar.
Para ello es necesario, que el sistema de partidos políticos deje de estar diseñado (intencionalmente o por torpeza) para estimular la maximización de prerrogativas financieras, y que evite disminuir la abstención de los votos: los programas educativos, y en especial hacia los jóvenes, que son a veces, primeros votantes.
En clave de las elecciones municipales recién pasadas, los datos de la abstención ya se encuentran registrados en el organismo electoral, que ha organizado las elecciones.
Pero, antes que los datos sean analizados, debemos considerar que se ha tratado de elecciones municipales, no presidenciales; que siempre han registrado niveles altos de abstención, después de que el sistema político ha entrado en crisis, pudiendo decepcionar a los ciudadanos; que la lectura de una abstención alta identificada logra disminuir cuando el objetivo de las elecciones bien organizadas busca lograr la estabilidad del sistema político.
No debemos pensar que el abstencionismo fue únicamente una expresión opuesta a la falta de voluntad generalizada de rechazo al sistema político imperante.
Todo lo contrario, ante el despliegue de tanta competencia electoral por parte del organismo rector de las elecciones, sólo nos queda decir, por ahora, que la abstención sólo está ahí y que coexistió con una alta expectativa de salir airoso del certamen electoral; que no ha sido un acto de protesta ni de castigo a las organizaciones políticas, sino el resultado de fórmulas electorales que impidieron que pasara lo peor.
Finalmente, hacer mención de las palabras de uno de los observadores internacionales que contribuyeron al éxito de las recién pasadas elecciones municipales, cuando dijo: “las elecciones se desarrollaron en paz”. ¡Nuestra más fervientes felicitaciones a la JCE!