La lentitud en que ya se manifiesta la expansión del crecimiento del PIB pone en evidencia que a escala global la economía no está registrando los niveles adecuados para para superar y satisfacer el crecimiento prepandemia, lo que puede interpretarse como el principal obstáculo a la movilidad social en el mundo. Al respecto, la teoría económica establece que un país de baja movilidad social, es un país que no puede alcanzar altos niveles de desarrollo, por tanto, condena a un elevado porcentaje de la población a vivir en las mismas condiciones en las que nacieron.
Bajo ese enfoque se puede inferir que tal situación termina limitando las capacidades productivas del país, en particular, en lo referente a la formación de capital humano, empujando a la economía y a la sociedad a convivir bajo la sombra de la incertidumbre y el caos sistémico. En ese contexto se infiere que en ese esquema se incuba el peor obstáculo al desarrollo, el cual se tipifica como desigualdad social y económica.
Son esos nubarrones que han venido construyendo un horizonte desesperanzador fruto de la crisis sanitaria y económica, en este siglo XXI, quedando evidenciado que a escala planetaria predomina un modelo económico injusto, en el cual el crecimiento del PIB tan sólo está favoreciendo a los que más tienen. Mientras que la gran mayoría de habitantes de todo el planeta, especialmente los sectores más pobres, que se están quedando excluidos de la esfera de la generación de riqueza y de la economía.
Para que se tenga una idea más concreta de lo que está ocurriendo en la economía global, solo hay que observar los resultados angustiosos que se tienen constancia en la comunidad internacional. En efecto, es deprimente saber que el 88,7% de la riqueza mundial que se generó durante 2020-2021, esto es, que los 10 hombres más ricos del mundo lograron acumular 6 veces más fortuna que los 3,500 millones de personas en situación de pobreza.
Cabe entonces arribar a la triste conclusión de que alrededor de la mitad de los seres humanos que habitan el planeta se quedaron en cero riquezas, como nunca había ocurrido en la historia de la humanidad y de la economía contemporánea. Estas cifras tan inverosímil, es un duro golpe económico que ya la pandemia ha dejado como huellas imborrables para millones de personas a escala global, versus la mayor expansión de personas cuyas fortunas superan los mil millones de dólares, reflejándose así la existencia de una élite que posee un patrimonio que se incrementó en 1.5 billones de dólares, implicando que estos genios de las finanzas se ganaron la fría suma de 15.000 dólares por segundo, equivalentes a 1,300 millones de dólares por día en medio de la pandemia.
Esta brecha de desigualdad existente pone de manifiesto que la riqueza del mundo está controlada por el 1% de la humanidad, mientras que el 99% ha sido excluida de la repartición, lo que significa que se crea un clima de inestabilidad e inequidad persistente en el planeta. En adición, se tiene la constancia de que ocho personas concentran la misma fortuna distribuida en 3.600 millones de personas a nivel global.
Desde una perspectiva económica, esa fortuna atesorada por los más ricos tiene razón de ser si la misma pudiera estar a disposición para ser destinada para la producción con el objetivo de desarticular los malestares de salud, como es el caso de crear más vacunas, en la magnitud que requiere el mundo. Por igual, sería mucho más útil para la humanidad, siempre y cuando se destinen a financiar el fortalecimiento los sistemas y servicios de salud, enfrentar el problema climático o enfrentar la violencia de genero.
Pero se trata de que la pandemia ha provocado la mayor aceleración de la desigualdad en un periodo relativamente tan corto con una letalidad muy dañina y prolongada para la subsistencia de la humanidad. Pero en medio de estos nubarrones, nos encontramos que muchos gobernantes al ser incapaces de dar respuestas contundentes a la problemática que vive la población, han optado por hablar mentiras sin inmutarse, desinforman y amplifican sus mentiras para demostrar que están trabajando en la solución del malestar que sufren los ciudadanos y ven destruidas sus esperanzas, mientras ellos pagan millones en publicidad para convencer a los demás de sus mentiras que se creen.