1. El guardameta pone en juego el balón. Un zaguero se adelanta sobre su contrario. Maneja con destreza toques cortos al central. Toda la defensa amarilla se dirige a cerrar el medio campo.
Recibe el delantero, hace una finta magistral, dos defensas lo interceptan, rompe las caderas y se dirige a puerta.
Dos delanteros más hacen la línea, el guardameta se espabila, toque, otro toque, se desliza el balón en pies del definidor, sorprende con una delicada vaselina y da en el travesaño el balón, que sigue trayectoria hacia la grada enardecida.
2. En Bruselas, la lluvia deslizaba gotas de nostalgia por la ventana del hotel. Viajarían a Amsterdam esa mañana. Mientras desayunaban en un café del aeropuerto, ella se puso de pie para ir hasta el lavabo, mirando de soslayo el panel que indicaría la puerta de embarque de su vuelo.
Han pasado cinco años y nada más sobre ella se ha sabido.
3. Su laptop era color rosa.
Un personal tono impresionista sobre ciertas superficies con aire japonés. Nunca separó la mirada del teclado. Seguía perpleja en el universo de temas, imágenes, sonidos que sobrevolaban el cielo negro del líquido cristal de la pantalla. Lloró por un instante.
Sus botines escarlatas se movieron lentamente en un cruce de piernas lateral. Un instante después, la imaginé anciana. Y toda la vida le cupo en mis palabras.
4. No me interesa, le dijo fijando la mirada hacia otro lado, rodearme de gente que solo diga sí. Lo esencial es hacer lo correcto y no lo simplemente fácil. Una sonrisa, el contacto de unos ojos francos son difíciles proezas en el mundo de hoy. Ella lo escuchó y bajó la cabeza. Él le contó así la novela de la vida del diseñador Smith. Su propia y mera vida.
5. En Flensburg ese día se compartía la dicha de un poco de sol. La barcaza anunciaba su salida del muelle y un profesor de párvulos atizaba su horda de infantes sonreídos, con mochilas a color. Un velero escandinavo saludaba desde las heladas aguas en el fiordo. No pude despejar la sensación de expolio, genocidio y violencia, que la historia del ron danés y alemán escribió con horror en las Antillas Menores del siglo XVI.
6. El día despuntó con polvo dorado sobre los árboles y techos de casitas campestres. Vincent dijo a Theo: “Te darás cuenta que tengo una forma propia de mirar”. Su hermano menor le escuchó sonreído y triste. No podía vender un solo cuadro del pintor. Diez años bastarían para construir un universo de formas, colores y vidas simples, que ni la enfermedad ni el tiempo futuro podrían soslayar.
La humildad es, susurró Tolstoi, la condición del genio. Las tumbas de ambos hermanos han sido lastimadas por las lluvias, las noches estrelladas y el olvido.
7. El mundo es virtual, volátil, gaseoso y la hermosura de un amanecer, un naranjo en flor o una ola marina disuelta en la arena agonizan sin visos de consolación. Filósofos y poetas lo habían vaticinado. Solo la belleza salvaría a los hombres.
Dijo el alumno, que el fluir del río heraclíteo se nos ha vuelto pesadilla. Ahora nada es sino su propia evanescencia.
8. Tomó la pasarela mecánica hacia la puerta B23 que lo llevaría a Madrid, vuelo IB 2723, de las 12:05 p. m. Fija la mirada en su equipaje de mano.
Sintió el peso de un pasado lejano que le sacudió el corazón. La sintió pasar, vestida como siempre. Se descubrió de pie, perdida la mirada y procurando la certeza en la pantalla de recogida de equipajes. El dolor dura más que el tiempo del amor.