Una de las sorpresas más agradablemente inesperadas del actual gabinete ha sido la gestión del canciller Miguel Vargas Maldonado.
Inicialmente lució que el Ministerio de Relaciones Exteriores, antiguo reducto del reformismo, se entregaba al jefe del PRD como despojo de guerra, premio por su alianza electoral con el Gobierno y el PLD.
Pero ha reducido la nómina, aunque comoquiera sigue vergonzosamente supernumeraria; gestionó eficientemente el cambio de Taiwán por China y nuestro ingreso al Consejo de Seguridad de la ONU; navega tan diestramente las aguas diplomáticas que un saludo protocolar a Trump recientemente en Nueva York se extendió en una breve conversación que incluyó una felicitación de don Donald por el cumpleaños de don Miguel, su colega desarrollador inmobiliario.
Un detalle de su astucia es cómo aprovecha oportunidades, como por ejemplo el apoyo recíproco entre él y el embajador José Singer, íntimo del presidente Medina enviado al Consejo de Seguridad.
Vargas Maldonado ha demostrado ser tan ducho y práctico en lides diplomáticas que concita reconocimiento hasta de adversarios. ¡Hipólito lo abrazó!