Nomadelfia

Nomadelfia

Nomadelfia

No hay dudas que la fraternidad de nuestro pueblo es un primerísimo valor humano. Lo demostró enteramente durante la tragedia de las víctimas mortales de los niños del Hospital Doctor Robert Reid Cabral, el más deplorable de todos los centros de salud del país. Pero en el lado contrario, los legisladores nos sorprendieron con una acción falsa de solidaridad y fraternidad.

Lo raro es que siendo ellos la “boca muda de la ley” quieren hacer creer que ciertos actos de desprendimiento material conllevan a la democracia directa.

Sólo algunos ingenuos prestan atención a políticos sin valores humanos que ofrecen ayuda a los que verdaderamente sufren en una sociedad: los enfermos.

Y en este caso, niños desprotegidos por la enorme pobreza. Pobreza que les han causado los mismos políticos, los mismos legisladores, casi de manera directa. 

Particularmente hay una aprensión de creer en los legisladores, no porque no practican la fraternidad, sino porque no son distintos de otros poderes del Estado. El Congreso actual está –no sé cómo decirlo–, al servicio del Presidente en grado superlativo. Otros legisladores no están oponiéndose al gobierno. No como debieran.

Por eso, a ellos les voy a contar sobre Nomadelfia, que significa “donde la fraternidad es ley”. Es la sociedad utópica del siglo XX que fundara el clérigo don Zeno Saltini en la Italia de la Segunda Guerra Mundial, de la que todavía sobreviven en esa mentalidad los hijos de don Zeno, es decir, de Nomadelfia.

Nomadelfia sí es un ejemplo de democracia directa. Las leyes en Nomadelfia se centran en evitar la explotación, o al menos esforzarse por la felicidad de los ciudadanos.

Las funciones del Estado de los nomadelfios anhela que todos nos sintamos responsables de la ´cosa pública´, que los impuestos no sean una carga para nadie, y menos para los que más trabajan. No existe el desempleo, y el progreso lo construyen todos los ciudadanos con el trabajo colectivo.

No podemos aspirar a que el dinero deje de existir, pero la verdad es que antes de que un gran señor del Senado o de la Cámara de Diputados disfrute un buen salario, los trabajadores deben ser atendidos primero. No es por caridad que había que ayudar a la educación, a salud pública que afecta a la población, sino por obligación.

La verdad de una cultura nace de acuerdo a relaciones sociales fraternas; no sirve el engaño, la felonía; donde hay gran tradición, hay instituciones públicas. Las leyes son votaciones de la mayoría. Pero no hay mayoría donde hay un solo color en el Congreso, ni antivalores….

En fin, si los legisladores dominicanos vivieran como los nomadelfios, deberán hacerlo sobriamente, según las verdaderas exigencias humanas. Esto “no es un mero consejo, sino una ley.”



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