Cuando se es reiterativo, muchas veces hasta la saciedad, sobre los inconvenientes que pueden surgir en eventos deportivos debido a la pandemia del coronavirus, no se trata de infundir temores, simplemente se busca que no se traspasen las fronteras de la indisciplina, principal culpable del rebrote en la mayoría de los países.
Me refiero a ello porque el pasado lunes se produjo un incidente preocupante en el partido en el estadio Cibao, entre los Toros del Este y las Águilas Cibaeñas, donde se resquebrajaron todos los protocolos sanitarios establecidos para que se cumplan al pie de la letra.
En varias oportunidades los integrantes de ambos equipos salieron al terreno, tras una agria discusión, siendo el protagonista principal el dirigente de los Toros, Lino Rivera.
Lo más reprobable es que los árbitros perdieron por completo el control, una demostración sobre la escasa autoridad que tienen.
Con penosos casos como este se pone en juego el trabajo y la inversión para el montaje y desarrollo del campeonato, porque si se detectan más casos de Covid-19, a las autoridades no les quedará otro remedio que suspender definitivamente el evento. Y esto sería un yerro de marca mayor que bajo ningún concepto se puede permitir, porque la disciplina estricta debe ser la regla de oro, sí o sí, porque no existe alternativa.
Al zafacón de la basura
Las violaciones a las reglas establecidas, gústele o no a quien sea, son el meollo para que mucha gente que ha logrado por una u otra causa la estima y admiración de todos, se vaya al piso de un momento a otro.
Esos son los momentos más dolorosos para cualquier individuo, pero con más ímpetu en atletas que han desarrollado actuaciones de primer nivel.
El caso de Robinson Canó es el último, más lastimoso y desgarrador que haya vivido atleta alguno en los últimos años. Un pelotero que tenía la admiración de todos y con estadísticas para ingresar al salón de los inmortales, se desmoronó en unos segundos tras detectar que por segunda vez había sido detectado consumiendo sustancias prohibidas para mejorar el rendimiento.
No es posible que se llegue a esos extremos, que no se piense en las funestas consecuencias que de seguro produciría esa irresponsabilidad. Hoy Robinson Canó, suspendido por todo el 2021, es una especie de “ bagazo”, sin confiabilidad entre sus compañeros, y mucho menos entre los aficionados, porque hizo migajas de su reputación para caer en el zafacón de la basura.