La vida, de alguna manera, te acaba enseñando las lecciones que necesitas aprender. Puedes creer muchas veces que son problemas, castigos, pruebas pero al final, con el tiempo, te das cuenta que todo son lecciones.
Normalmente nos dicen que debemos quedarnos con lo positivo de esos aprendizajes. Lo que no nos dicen es que muchas veces es difícil soltar lo negativo y, cuando te vienes a dar cuenta, estás en un círculo en el que te atrapa aquello que no te deja avanzar.
Siempre digo que todo pasa por algo. Estoy más que convencida. Y en mi experiencia lo que importa en todo este proceso es qué decisión tomas, qué decides hacer con lo que te está pasando y con las lecciones que llegan con eso.
No digo que sea fácil obviar las cosas malas, porque seamos sinceros, nadie quiere que le pasen y cuando llegan la mayoría de las veces no estamos preparados.
Pero como decían en esa bella película “Cinema paradiso”, la vida no es como en el cine, la vida es difícil y quien diga lo contrario todavía le queda mucho por andar.
Pero lo que sí podemos hacer, aprender y hasta reaprender, es cómo reaccionamos y cómo actuamos. Admiro profundamente a las personas que rápidamente ven el lado positivo y son capaces de aplicarlo, luego están las que necesitan su tiempo para asimilar, que tampoco está mal, y por último, las que quedan ancladas.
A cual de estas categorías pertenezcamos depende de una sola cosa: aquello que decidamos. Yo hace tiempo que me di cuenta que soltar hace que todo sea más ligero, más fácil y no por eso menos doloroso pero por lo menos la lección que se aprende te ayuda a seguir y no a quedarte en ese lugar lamentándote.
La vida no es fácil.