¡No se puede ocultar!

¡No se puede ocultar!

¡No se puede ocultar!

La dimensión mesiánica que se atribuyó desde sus inicios el PLD, sin dudas repercutió por un tiempo en su pretensión de comparecer ante la ciudadanía como el partido de la patria, inmaculado y de dirigentes impolutos…, y solo bastaron tres lustros en el poder para cubrirse de oprobio.

Si la liberación -que está en el centro de su nombre y es su objetivo programático supremo- significa lo que se ejecuta desde el gobierno de Danilo Medina, podemos despedirnos de nuestra nación; el respeto a sí mismo y la lealtad debida a los ciudadanos, jamás podría incluir hacerle favores -uno tras otro- al anticristo que tiene decidido aniquilar a la República Dominicana.

Entiendo -y me parece muy bien- que se dejara a un lado del camino la vieja dialéctica, pero, la entrega del país es un acto criminal.

La devastación de las formas y el desmantelamiento de las estructuras del Estado son el desenlace natural de una sucesión interminable de planificados despropósitos que van mucho más allá de la demolición de la Constitución, del desprecio a las leyes, de la supresión de la frontera y de la oficialmente apadrinada presencia de millones de bárbaros ilegales en nuestro territorio en los últimos años.

Por lo que se ve, el patriotismo en el PLD -padre orgulloso de gobiernos agachados y semental engendrador de políticos invertebrados que intercambian sus devociones por monedas en creôle- no ha sido un sentimiento veraz, sino una opción política del tipo de doblez jamás vista; tal que ni siquiera la oposición -a pesar de que, cuando le ha tocado, tampoco ha estado ajena a esta clase de domesticidad- ha ido tan lejos.

Y en este punto, por más que intento, no se va de mi cabeza el pensamiento de que el odio a nuestra historia y el resentimiento a todo lo que sea dominicano caminan uno al lado del otro por los pasillos del poder.

Ya veremos lo que tienen para la acometida final.

En jugosa metamorfosis, el PLD -convertido en la más importante agencia de colocaciones de clientes del país-, luce hoy como el suelo de un excesivamente habitado corral vacuno, lugar en donde -como es de esperarse- abundan todo tipo de parásitos dañinos y la más variada cepa de bacterias perniciosas: serviles, populistas, mediocres, ignorantes, rencorosos, indolentes, marxistas fascinados por la abundancia repentina y la amnistía fiscal, narcisistas insatisfechos, eunucos, ciegos, mudos, sordos, mercaderes de la barbarie y muchos más.

Por otro lado, si vemos la trascendencia de la genial movida que se pretende con el seudo estratégico mènage à trois -PLD, PRSC, PRD- para el desarrollo del país, más nimia no puede ser, además, sabido es que los efectos de este tipo de trío contranatura solo sirven para darle sentido a aquello de que la humanidad alberga una absurda pasión por lo inútil; y lo peor es que, todavía, no terminan de defraudarnos.

Lo insoportable de esta ecuación es que por casi 50 años han tenido todo el poder en sus manos, período en el que han podido emprender todas las reformas institucionales y constitucionales definitivas; sin embargo, han preferido ejercitarse en la nanopolítica de lo cosmético y en el levantamiento de exclusivos abrevaderos donde libe para siempre su insaciable clientela.

Y así vamos, con un ensoberbecido partido presto para la carroña y hacer lo que haya que hacer con tal de que no lo desalojen del Palacio, y con un presidente -arquitecto liquidacionista responsable de humillaciones que ponen de relieve lo que se han propuesto desde lejos- perdido en una paradoja contemplativa desde una realidad virtual prolongando el tormento de su país con su jabonero, por tanto, resbaloso intento de despistar a los ciudadanos con su aparente humildad, con su aparente sosiego, con su aparente modestia, pero que no logra confundir con su deliberada pasividad y movimientos de fichas por debajo de la mesa.

Y esto, Señor Presidente, ¡no se puede ocultar!



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