No olvidemos a Haití

No olvidemos a Haití

No olvidemos a Haití

Rafael Molina Morillo, director de El Día

La campaña política lo arropa todo. Le sale a uno hasta en la sopa. Afiches, callejeros, vallas gigantescas, anuncios de prensa, “spots” en la televisión, cuñas en la radio y regalos promocionales invaden todos los espacios y ocupan más lugar de la cuenta en los depósitos de nuestro apretujado cerebro.

No me quejo. Después de todo, esas molestias son manifestaciones de la democracia que tanto añoramos cuando no la tenemos.

Lo que no me gusta es que, de tanto politiquear, nos olvidemos de nuestros problemas fundamentales, sin darnos cuenta de que mientras más tiempo pase sin ponerles atención, más difícil será en el futuro encontrarles solución.

Ahí está, por ejemplo, el caso haitiano.

Tanto se habló del “excelente” trabajo que se hizo para realizar una repatriación de extranjeros ilegales, que hasta los más incrédulos, como yo, llegamos a creer que por fin resolveríamos tan ancestral problema como el de la invasión haitiana pacífica.

Pero ¡sueña, Pilarín!, el asunto quedó en sal y agua, y todo parece indicar que así será por los siglos de los siglos, amén.



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