Este 2017 ha sido un año difícil para muchos, y aún no termina, es como si todo se uniera a una para crearnos ansiedad y desesperanza. La tierra se está removiendo, los mares mostrando su poderío, a una dejándonos ver lo que siempre ha sido…¨La Madre Naturaleza¨ creada por Dios y esto tiene un gran peso.
Me imagino que ella dirá, ¨bueno, tengo que hacer algo para bajarle el pulso a la humanidad que hace mucho tiempo está jugando a ser dios, pero de forma negativa, y tal parece que uno de sus propósitos es acabar con nosotros¨.
Siento que esto no parará aquí, al hombre le falta aún mucho por aprender y por tanto el ¨bajarnos el pulso¨, traerá muchas pruebas. Pensando en esto, sentí en mi corazón temor y entonces vino a mi lo contentivo en el Salmo 46, y es que Dios sabe de que sus hijos tienen necesidad, y definitivamente la confianza en Él es crucial para salir airoso de este viaje espiritual y secular que a cada uno nos toca transitar, sobre todo en medio de tanta inseguridad en todos los órdenes.
El referido salmo, en la Biblia cambió mi escenario cambió, y es que dice: ¨Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza¨, al leerlo solo pude decir Dios gracias por tu omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia, verdaderamente eres el Alfa y la Omega, el principio y fin de todas las cosas.
Las predicciones y proyecciones a futuro, -tomando en cuenta nuestro presente no son nada halagüeños-, se suceden unos tras otros los terremotos y huracanes y estos fenómenos naturales se tornan en desastres, producto del mal uso y desaciertos del accionar del hombre, haciéndonos cada vez más vulnerables.
A esto se le agregan las guerras y rumores de guerras. Ahora se habla de guerras nucleares, y se amenazan entre ellos como si no tuviera en juego la muerte de miles de personas en el acto y millones como resultado de sus efectos a través de los años, pero tranquilos, Dios habla a sus hijos y nos conforta.
Vivamos la vida a plenitud, sin temor al porvenir, recordando que la mejor opción es sembrar para recoger frutos en el cielo. Sembremos la semilla del amor al prójimo, del bien hacer, de la integridad, sembremos valores, amor por nuestra Patria y sobre todo, sembremos la semilla de la obediencia a los preceptos divinos que trae frutos al ciento por ciento.